Además de los seis detenidos del lunes, otros dos individuos fueron vinculados como presuntos participantes en el atentado en contra del ex fiscal y actual secretario del Trabajo, Luis Carlos Nájera. El arresto ocurrió el martes afuera de una “casa de seguridad” en el fraccionamiento Ciudad Bugambilias, informó el titular de la Fiscalía, Raúl Sánchez Jiménez.En contraste, sobre el caso de Tadeo, el bebé de ocho meses que murió tras ser alcanzado por las llamas de un camión que fue incendiado deliberadamente, se reconoce que no hay pista aún sobre los responsables de ese hecho.La noche del lunes, después del ataque contra el funcionario estatal, individuos arrojaron bombas molotov a un camión que circulaba por el cruce de las avenidas Mariano Otero y Las Torres, un hecho que, además, dejó nueve lesionados. “Se están haciendo esas investigaciones, también por esos presentes hechos y (por la agresión) en contra del otro ciudadano (Javier Sánchez), también”, dijo el fiscal general.Víctor Manuel “N” y Fernando de Jesús “N” son los detenidos. Según la versión oficial, resguardaban un inmueble ubicado en el cruce de Remanso de los Mapaches y Circuito de los Linces. Adentro, las autoridades escucharon llamados de auxilio. Eran dos personas que habían sido privadas de la libertad una semana antes.Tras la agresión contra Luis Carlos Nájera, seis presuntos agresores fueron detenidos en López Mateos y La Tijera, después de una balacera que cobró la vida de Javier Sánchez, un civil inocente. “Se determinó que pertenecen a un grupo de élite que se dedica a ‘limpiar la plaza’ y privar de la vida a integrantes de células criminales contrarias. El día de los hechos se les dio la orden de privar de la vida al secretario del Trabajo”.Uno de ellos falleció el martes a causa de un paro cardiaco. Los otros cinco son procesados por los delitos de tentativa de homicidio calificado y delitos contra representantes de la autoridad.El lunes por la noche, Édgar abordó un camión que iba lleno. Su unidad circulaba por la avenida Mariano Otero y Periférico cuando se frenó de golpe.Un hombre gritó y ordenó a los pasajeros que bajaran. No había ni terminado de decirlo cuando las luces se apagaron y un frasco de vidrio cayó en la parte de adelante. Era una bomba molotov.Inmediatamente, recuerda, la mitad del vehículo comenzó a arder. “Por desgracia me tocó ver a varias personas encendidas de pies a cabeza”. Entre el bullicio, recuerda haber visto a una mujer arrojarse al suelo. “Estábamos tratando de huir pero la puerta de atrás se quedó trabada”, relata.Fue la misma unidad en la que viajaban Tadeo, el bebé de ocho meses que murió el martes en un hospital privado, y su madre, la joven de 26 que aún permanece con un pronóstico reservado de salud en el mismo núcleo. El fuego cubrió entre 95% y 98% de sus cuerpos.Édgar se encontraba hasta atrás en el camión. Recuerda los gritos de la gente que, como él, intentaba salir. “Alcancé a distinguir, en el suelo, lo que me pareció una figura femenina. A un lado de ella había una especie de cobija que ardía”.Dado que los pasajeros lucharon por abrir la puerta trasera, el teatrero supuso que el chofer los dejó a la deriva y no pensó en la gente que iba atrás, donde unas 15 personas trataban de romper los vidrios, desesperadas.Fueron dos minutos que en realidad le parecieron muchos más. En ese lapso pensó que moriría asfixiado porque el humo ya no le permitía ver más; era sumamente denso y, además, él padece problemas de asma. Así que su pecho se cerraba cada vez que intentaba respirar.Por fortuna, la ayuda llegó desde afuera. Recuerda que alguien logró apagar las llamas y destrabar la puerta de atrás. No todos pudieron salir.“Todavía no salgo de mi etapa de shock. Caigo en la conclusión de que fuimos el único camión o medio de transporte que decidieron quemar con gente adentro. Ese proceso lo estoy siguiendo y viviendo solo”, remata.Estrés postraumático, ataques de pánico y crisis de ansiedad son efectos que suelen presentarse ante delitos de alto impacto, como la jornada violenta del lunes en la metrópoli. Por ello es necesario que el Gobierno difunda no sólo los hechos que ocurren, sino a dónde debe acudir la población para recibir apoyo psicológico.Francisco José Gutiérrez Rodríguez, jefe del Departamento de Psicología Básica del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), explica que el estrés postraumático (y no psicosis, que significa la pérdida del contacto con la realidad) puede perturbar al primer círculo de testigos.Y eso, afirma, “afecta la vida de pareja, las ganas de trabajar, la relación con los hijos al prohibirles salir o checarlos constantemente por medio del teléfono celular, e incluso, falta de concentración para estudiar”.Aunque falleció el lunes, la muerte de Javier Sánchez y la relación de ese hecho con el atentado en contra del secretario del Trabajo, Luis Carlos Nájera, se reveló un día después. Lo peor es que su familia tuvo que esperar hasta el miércoles para el protocolo de identificación en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF).Marco, su hermano, lamentó que la autoridad “ocultara” información sobre su destino. Según la Fiscalía, una bala perdida lo impactó durante el enfrentamiento registrado en la avenida López Mateos y el camino a La Tijera. Los familiares no lograron acercarse; tampoco saber si la víctima era él.La autoridad supo que se trataba de una víctima relacionada con el enfrentamiento, pero su familia no lo supo ni cuando preguntaron en la Fiscalía. “No había paso a la Calle 14. Preguntamos por el nombre de mi hermano y no nos dieron información; nos dijeron que porque estaba caliente todo. ‘Vengan mañana y les damos información’”.Insistieron. Dieron más información hasta que les confirmaron que había una persona con las características descritas. Fue hasta el martes por la tarde cuando tuvieron luz sobre su familiar.La autopsia, les dijeron, confirmará si la bala que acabó con la vida de Javier era de las autoridades o de los civiles. “Van a hacer las pruebas de balística para ver quién fue”.