El 31 de diciembre del 2019, mientras la mayor parte del mundo le daba la bienvenida a un nuevo año, la Organización Mundial de la Salud (OMS), fue notificada que en la provincia recóndita de Wuhan, en China, se había detectado el primer brote de una nueva variante de coronavirus, a la que denominaron COVID-19. Según se dijo, era el resultado de una mescolanza de pésima higiene y consumo de carne animal no apta para los humanos, y de las inusuales dietas de los chinos.Luego se dijo que era en realidad un accidente de laboratorio, o un suceso predeterminado para desencadenar la inestabilidad del mundo, argumento con que las grandes potencias siguen atacándose las unas a las otras hasta el día de hoy, 5 de mayo del 2023, en el que la OMS declaró que la crisis por el coronavirus se ha terminado en la Tierra. Pero entonces, en la medianoche del 31 de julio del 2019, resplandecían los fuegos artificiales, los festividades en las calles, las borracheras felices para soportar al día siguiente un año más de vida. Nadie sospechaba entonces que no sólo sería un año inusual, sino uno de los más raros que tendrían nunca en la vida misma, y que, para muchos, las cosas jamás volverían a ser las mismas. Los noticieros internacionales no le dieron a la población las herramientas necesarias para prevenirse de lo que vendría apenas unas semanas más tarde. Fue el caso contrario: expandieron un miedo innecesario. En todos los medios posibles se transmitieron las imágenes de apocalipsis que vivía la ciudad de Wuhan; cadáveres en las calles, personas desplomándose en las avenidas de cerezos en flor, paramédicos cubiertos hasta el tuétano con trajes que hacían parecer que no atendían una enfermedad, sino una peste nuclear, y que se llevaban a los enfermos en cápsulas de pesadilla.Occidente actuó rápido, y México siguió la corriente. Mucho antes de que se detectara siquiera el primer caso en nuestro país, hubo episodios de crisis generalizada, compras de pánico, y desabasto de papel higiénico, desinfectantes y demás productos de higiene. Se acusó a las personas de clase alta de ser las responsables de traer a nuestras tierras aquel virus insospechado que comenzaba a ocasionar estragos en las grandes ciudades de Europa, pues eran los viajeros desacertados los que trajeron en sus entrañas el germen invisible.Para febrero del 2020, llegó al puerto de Quintana Roo un crucero colosal, llamado Meraviglia, que había sido rechazado en distintos mares del Caribe, bajo el pretexto de su tripulación estaba infectada con el coronavirus. Provenía de Jamaica, y sus vacacionistas felices no sospechaban que su descanso se prolongaría hasta la angustia. El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, expresó que nuestro país no podía actuar de manera inhumana, y accedió a que el crucero desembarcara en Quintana Roo, en medio de protestas enardecidas, pues los locales afirmaban que "No queremos al coronavirus". El miedo se había expandido, era inevitable: en Brasil se encendieron las alarmas cuando se confirmó que el primer caso de coronavirus era proveniente de un turista italiano. Finalmente, llegó a Guadalajara. El sábado 14 de marzo del 2020, el Gobierno de Jalisco emitió un comunicado oficial en el que se afirmaba que los dos primeros casos habían sido identificados en la entidad. La primera se trataba de una mujer de entre 50 a 54 años, residente de Zapopan, y que había estado de viaje en España e Italia. La segunda, también mujer, había regresado de Alemania el 9 de marzo del 2020. Junto a ellas, aseguró el gobierno, se mantenían vigiladas a otras 38 personas sospechosas que habían tenido contactos con las recién llegadas de Europa. Hasta ese día de marzo, en todo México, se tenían confirmados 26 de casos de COVID-19, 344 casos negativos y 105 casos sospechosos.Seis días más tarde, el viernes 20 de marzo del 2020, el gobernador de Jalisco apareció en todos los medios de comunicación para informar que se había tomado la medida preventiva de un aislamiento obligatorio de cinco días, para evitar en medida de lo posible los contagios, proyectados a incrementarse. "Jalisco necesita que de aquí al miércoles no salgamos de nuestras casas si no es para lo estrictamente necesario. No se trata de prohibiciones de gobierno. Se trata del compromiso de todos con nuestra gente, con nuestro estado y con nuestro país", afirmó aquel viernes. Se afirmó que la medida estaba sustentada con argumentos científicos de la Universidad de Guadalajara, y que en ningún caso se trataba de un toque de queda. "Es un llamado que busca evitar el escenario de la cuarentena obligatoria, de medidas radicales por no actuar a tiempo, como hoy sucede en el estado de California”, dijo el gobernador. Las calles de Guadalajara se quedaron desoladas. Los millones de tapatíos de todos los días quedaron a merced de la incertidumbre. En las avenidas no había carros, autobuses, ni siquiera bicicletas. La Minerva, la Catedral; López Mateos, Periférico, eran meros paseos de soledad y olvido. El 23 de marzo, se confirmó en Jalisco el primer fallecido por coronavirus, un hombre de 55 años, y que se contabilizó como el tercero en todo México. Se suspendieron las clases, cerraron los negocios, las familias fueron obligadas a mantenerse en casa. La Universidad de Guadalajara dio a sus estudiantes despensas de emergencia. Fue, quizás, la temporada más crítica. Cientos de negocios se fueron a la quiebra. Llegó la "nueva normalidad", una normalidad enrarecida, caracterizada por el miedo, por la paranoia del contacto. En mayo del 2020, el gobierno de Jalisco implementó la "Fase 0", el plan mediante el cual se iría recuperando gradualmente la economía del estado, y que daría prioridad a actividades fundamentales. Se colocaron calcomanías de cubrebocas en todas partes de Guadalajara, con la que se corroboraba que los establecimientos eran seguros para los tapatíos. Se normalizó el uso de cubrebocas a todas horas y en todas partes, los termómetros, los tapetes sanitizantes, los dispensadores de gel antibacterial, el miedo al mundo. Se acabaron las fiestas familiares, los abrazos, los besos como forma de saludo. Se volvió cotidiano ver a Hugo López Gatell en las mañaneras de López Obrador, robando los suspiros de miles de madres en todo México. Durante la mal llamada Fase 0, se llevaron a cabo las siguientes acciones: Fue por esas épocas que trascendió el asesinato de Giovanni López, en Ixtlahuacán de los Membrillos, que fue arrestado por policias de su entidad con el pretexto de que "no llevaba cubrebocas". Un mes más tarde, cuando el caso adquirió relevancia mediática, hubo fuertes protestas en el Centro Histórico de Guadalajara, en plena crisis del coronavirus, y que dejó decenas de jóvenes arrestados y quejas de Derechos Humanos por la brutalidad con la que el gobierno local manejó la situación. El gobernador acusó que aquello provenía de la capital para desestabilizar a Jalisco. Fue una época de paranoia para el gobernador. Fue por esas mismas épocas, en abril de 2020, en la que se desahogó en redes sociales respecto a la crisis del coronavirus, y llamó pendejos a los jaliscienses que desacataban sus mandatos por los cuales mantenía a Jalisco a salvo de la crisis, y comprendió las incertidumbres de los mandatos divinos: "Dios había decidido que me tocara estar al frente de esta crisis en mi estado por alguna razón y entendí que no nos iba a dejar solos", escribió. Para agosto, se habían registrado mil 700 muertes por coronavirus en la entidad. Se decía que las cifras eran tergiversadas, que sin importar la razón por la cual una persona fallecía, la clasificaban como COVID. Era una época de fiestas clandestinas, de cacería de brujas en redes sociales, de "covidiotas", y de los que se cuidaban. En redes sociales abundaban las imágenes de los animales apropiándose de los lugares que les correspondían por derecho: cocodrilos en las playas, delfines en los canales de Venecia. Se viralizaron los audios falsos en los que se afirmaba que la situación era mucho más crítica. Para el 28 de octubre del 2020, el Gobierno implementó el Botón de Emergencia, el cual duró catorce días, y en el que se suspendieron actividades en Jalisco. El gobernador insistió en que no se trataba de un “toque de queda”, y que “no queremos perseguir a los ciudadanos, queremos pedirles que nos ayuden”. De todos modos aquella medida funcionó como un toque de queda cuando se impuso a las 7 de la tarde del viernes 28 de octubre del 2020, justo en la hora pico de Guadalajara, por lo que cientos y cientos de trabajadores se quedaron a la deriva del crepúsculo con los autobuses saturados, y el tráfico de cabeza.Quedaron suspendidas las actividades comerciales y de servicios mecánicos, perfumería, mercería, supermercados, mercados, tianguis, actividades culturales y deportivas, jardines y bosques urbanos y las reuniones de más de diez personas. Los hospitales quedaron rebasados. Por aquellos días, comenzaron a sobrevolar sobre Guadalajara helicópteros de mala muerte con los cuales les pedían a los ciudadanos que "se quedaran en casa". Diversos casos en redes sociales evidenciaron abusos policiacos, en los que varias personas fueron detenidas por no portar el cubrebocas en la calle, similar a lo acontecido con Giovanni López cinco meses atrás. Para noviembre, había más de cien mil contagios en Jalisco. Muchos se beneficiaron con el negocio de los tanques de oxígeno, de los cuales hubo desabasto, con el negocio de los cubrebocas y las pruebas de COVID, cuyos precios se dispararon hasta las nubes. De los recursos destinados al pueblo, y desviados por políticos facinerosos. No obstante, aquel año sí hubo Buen Fin, pues puede detenerse todo en este mundo, pero menos la economía.El 23 de diciembre de 2020, México se convirtió en el primer país en América Latina en tener la vacuna contra COVID-19. A las nueve la mañana de ese día aterrizó un avión de DHL procedente de Bélgica en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México con más de tres mil dosis. El 14 de enero comenzó la jornada de vacunación en Jalisco en personal médico de la primera línea que atiende a infectados en la pandemia. En 2020, Jalisco perdió 32 mil 332 empleos. Para enero del 2021, ya registraba más de 6 mil muertes por COVID. Para mayo, eran 12 mil. La "Sana Distancia" se apoderó de Jalisco. Se hizo común la virtualidad, con conversaciones a través de pantallas, con la nueva modalidad del "home office". Llegaron las infinitas variantes del COVID, y las diversas opciones de vacunas: Astra Zeneca, Phizer, Moderna, con su líquido azul que dejaban transtornos más fuertes que la enfermedad misma. En el Instituto Cultural Cabañas se realizó el 21 de marzo la inauguración de la vacunación en la Perla tapatía. El Gobierno de México se concentró en crear una vacuna nacional contra el virus, que no quedó lista sino hasta tres años más tarde. El regreso a clases fue 100% virtual: los estudiantes no volverían a verse las caras sino hasta muchos meses después.En agosto, había casi 300 mil contagios. Se hizo una división social: los que estaban vacunados y los que no. A los primeros, envestidos de una superioridad moral, se les permitía entrar en bares, establecimientos y restaurantes cuando la recreación todavía no era permitida por completo. Del mismo modo, sólo los vacunados tenían derecho a viajar. Regresaron las clases, pero híbridas: algunos alumnos tomaban clases presenciales, otros clases virtuales. Para octubre, había 16 mil muertos. En enero de 2022, había diez mil incapacidades registradas en el IMSS. Hasta febrero del 2022, la UdeG regresó a clases presenciales, pero con uso obligatorio de cubrebocas. Para marzo, ya había foro total en bares, restaurantes y comercios. El 10 de mayo del 2022 se decretó que el cubrebocas tan sólo sería obligatorio en transporte público y hospitales, y la libertad restablecida desató un repunte de contagios. Para octubre, ya no era obligatorio el uso de cubrebocas.Este 5 de mayo del 2023, tres años más tarde, la OMS decretó finalmente el fin de la crisis del coronavirus, una mala primavera que dejó en Jalisco un desorden de desencantos inverosímiles, sucesos históricos, descalabros dignos del olvido, y que demostró que basta muy poco para que la vida cambie para siempre. FS