La proliferación de los bolardos en calles y plazas públicas tiene una consecuencia contra las personas con discapacidad. Al no existir una norma técnica para su instalación, obstruyen y dejan en riesgo a los habitantes que requieren de accesibilidad universal. Y los débiles visuales o la gente que se traslada en silla de ruedas son los más afectados.Enrique Castillo, invidente de 51 años, vende dulces en la calle para subsistir y detalla los riesgos. “Se golpea uno fuerte con esos postes, en la rodilla, en la ingle, en la espinilla. A pesar de que voy con el bastón es difícil detectar todos, a veces no los identificas porque está uno encima de otro”.Sólo en Guadalajara hay 41 mil personas con alguna discapacidad para caminar, otros 27 mil son invidentes o se les complica ver incluso con lentes. Son los que padecen la instalación de los postes cilíndricos.Álvaro Torres, quien se desplaza en silla de ruedas, coincide: “Son peligrosos. Tengo amigos, personas con discapacidad, que han tenido accidentes con los bolardos”.En el polígono del Centro tapatío se contabilizan cuatro mil 935 bolardos de todos los tamaños y diversos materiales -instalados de forma discrecional por constructoras y con el aval del Ayuntamiento-, tras un conteo realizado por esta casa editorial, ya que las autoridades estatal y municipal ni siquiera tienen un padrón y ocultan el gasto total en estos postes en el periodo 2015-2021.“Están mal colocados. Le servirán a las personas que ven, pero a los que no vemos, no. No sentimos la división de las calles y las banquetas”, lamenta José Luis Aceves.Tras un sondeo en la página www.informador.mx, dos mil 404 cibernautas contestaron que la proliferación de los bolardos “es un negocio de autoridades y proveedores” y 879 respondieron que “protegen al peatón”.Salvador Morales acentúa: “Los bolardos, a mí como ciego, no me sirven. Me sirve más la banqueta. Los invito a que se venden los ojos y recorran así las banquetas… puedo darles mil explicaciones, pero no las van a entender. Hasta que lo vivan”.Alejandra Ballesteros también padece ceguera: “Han ocasionado muchos accidentes con los compañeros. En vez de ayudarnos, nos perjudican”, comparte.