"Si tengo que morir, pues moriré; pero tuve una vida feliz. Tuve la oportunidad de visitar Disneyland en París, Berlín y Sicilia". Vika, de 16 años, recordaba los viajes que realizó con su familia de acogida italiana, entre bombas que caían sobre Járkov, en Ucrania. Vika se resguardaba en el subterráneo de la escuela, se envolvía en una saco de dormir y cerraba los ojos, tratando en vano de dormir, cuando las sirenas antiaéreas sonaban. Te podría gustar: Estados Unidos comienza a entrenar a militares ucranianos en Alemania Para pasar el tiempo, enseñó a otros refugiados a jugar Burraco, un popular juego de cartas italiano. La pesadilla finalizó la madrugada del pasado 7 de marzo, cuando regresó a su habitación en la casa de sus "padres" italianos, en Cusago, cerca de Milán, después de un largo y duro viaje en tren y autobús, gracias a la asociación "I Bambini dell'Est" (Los niños del Este).La asociación ayudaba inicialmente a los "Niños de Chernóbil", para que pudieran guarecerse en Italia y otros lugares de Europa, de manera que respiraran aire limpio y redujeran la cantidad de cesio radiactivo en sus cuerpos tras el accidente nuclear de 1986. Te recomendamos: Pentágono pide a estadounidenses no ir a la guerra en Ucrania La asociación extendió posteriormente sus programas de acogida a los jóvenes de los orfanatos, como en el caso de Viktoria Shakshyna, nombre completo de Vika.Desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania, los combates han sido intensos en Járkov. "Escuchábamos los disparos y el sonido de los misiles y veíamos columnas de humo negro. Muchos edificios fueron destruidos, como nuestro cine, que quedó con todas las ventanas rotas", narra Vika, todavía impresionada. Federica Bezziccheri, presidenta de "I Bambini dell'Est", comentó que desde que estalló la guerra, su teléfono no ha dejado de sonar. La mayoría son familias italianas que tratan desesperadamente de contactar a sus hijos adoptivos o jóvenes ucranianos que tratan de escapar de la guerra. "Vivimos la guerra en directo. Cuando llamamos a los niños por video, escuchamos el ruido de los bombardeos. En la televisión, reconozco los lugares destruidos, en lugar donde nos alojábamos en Járkov", cuenta desde su apartamento en Milán. "Las chicas cuentan que basta caminar cien metros por la calle para toparse con muertos. Los chicos se han apuntado como voluntarios, llenan sacos de arena o cavan trincheras", explica."Algunos jóvenes aseguran que es mejor correr el riesgo de quedar herido o muerto ayudando al propio país, que morir como ratas dentro de una jaula en el sótano de un edificio", afirma.Por el momento, la asociación ha logrado acoger a 280 refugiados en Italia. La familia italiana de Yana Alieva, de 20 años, resolvió sacarla en enero de Járkov, antes del inicio de la invasión, y recibirla en su apartamento en Milán, de donde cuelga siempre del balcón una bandera ucraniana, azul y amarilla."Sentíamos que se acercaba la guerra", sostiene la madre de acogida, Carla Marini, una ingeniera de 56 años. "Tengo el corazón roto, mi mundo ha desaparecido. Mi novio y mis amigos vivían en sótanos bajo las bombas antes de que pudieran mudarse a zonas más seguras. Temo por los que se quedaron", dice Yana, quien también fue criada en un orfanato.La joven ucraniana de cabello negro y rasgos finos no oculta su ira. Antes de la guerra, "éramos todos unidos, rusos y ucranianos, como un solo pueblo". Pero ahora, "nos llaman 'nazis' y descubrimos cómo son realmente".Estudiante de literatura, se matriculó en la Universidad Católica de Milán. Pero tiene la intención de regresar a Ucrania cuando termine la guerra y "participar en la reconstrucción" de su ciudad, para que "sea aún más hermosa". SE