Martes, 26 de Noviembre 2024

Paz y refugiados, las preocupaciones del Papa en 2017

Este año, Francisco centró sus viajes apostólicos internacionales en llevar mensajes de reconciliación y consolar a quienes están fuera de sus países de origen

Por: NTX

El 2017 quedará en la memoria por los múltiples gestos del Papa hacia los desposeídos y los sin techo. AFP/V. Pinto

El 2017 quedará en la memoria por los múltiples gestos del Papa hacia los desposeídos y los sin techo. AFP/V. Pinto

Durante 2017 el Papa Francisco volvió a centrar buena parte de su predicación y sus gestos en la promoción de la paz para las zonas de conflicto en el mundo y en la defensa de los refugiados.

Estos dos aspectos protagonizaron especialmente los cuatro viajes apostólicos internacionales del pontífice en el año que termina, comenzando por una fugaz pero significativa visita a Egipto en el mes de abril.

Rompiendo todo protocolo, aceptó hacer coincidir su gira con una conferencia internacional de paz organizada por el gobierno egipcio; en su recorrido selló la reconciliación final con el imán de Al-Azhar, alto exponente islámico que había roto relaciones con el Vaticano en el pontificado de Benedicto XVI, y acercó posiciones con el Papa copto Teodoro II.

En mayo le siguió la peregrinación al Santuario de Fátima en Portugal, al cumplirse el centenario de las apariciones de la Virgen.

Allí, a los pies de aquella “señora de blanco”, propuso una purificación del culto mariano. Pidió abandonar visiones catastrofistas, para adherir a una fe libre de condicionamientos. Además, canonizó a los pastorcitos Francisco y Jacinta.

La paz en ambientes hostiles volvió a ser protagonista en septiembre, durante el viaje a Colombia. Cuatro días para promover la reconciliación interna, tras los acuerdos entre el gobierno y la guerrilla. La gira le impactó tanto (por su organización y la entrega de la gente) que él la considera la mejor de su pontificado.

En Birmania y Bangladesh, países asiáticos que visitó en noviembre, afrontó un escenario de alto voltaje que tuvo al centro la tragedia de rohinyá, una etnia islámica que está siendo víctima de una verdadera limpieza en territorio birmano.

Al visitar ese país, Jorge Mario Bergoglio se autocensuró y no pronunció su nombre, como se lo habían recomendado, pero eso no le impidió defender sus derechos. Luego, en Bangladesh no sólo los mencionó, los recibió públicamente y lloró con ellos.

Apenas unos días atrás, en su saludo de Navidad a sus colaboradores de la Curia Romana, el Papa indicó el papel que debe cumplir el Vaticano en el campo internacional.

“La Santa Sede está presente en la escena mundial para colaborar con las personas y naciones de buena voluntad y para repetir constantemente la importancia de proteger nuestra casa común frente a cualquier egoísmo destructivo”, dijo.

“(Debe estar) para afirmar que las guerras traen sólo muerte y destrucción; para sacar del pasado las lecciones que nos ayuden a vivir mejor el presente, a construir sólidamente el futuro y salvaguardarlo para las nuevas generaciones”, añadió.

Siguiendo esa premisa, el líder católico intervino públicamente en situaciones internacionales de conflicto como la crisis de Venezuela (donde quiso llamar a la cordura), como la petición de erradicar definitivamente las armas nucleares o, más recientemente, en la disputa por la aceptación de Estados Unidos a Jerusalén como capital de Israel.

No todas sus aportaciones públicas fueron positivamente recibidas. En el caso venezolano, una parte de la oposición y de la comunidad internacional cuestionó con dureza al Papa, llegando a argumentar un supuesto silencio de su parte ante los abusos del gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Pero Francisco no sólo aceptó mediar en las fallidas negociaciones entre las partes, numerosas veces llamó abiertamente al diálogo, condenando la violencia y los enfrentamientos. Varias veces en el año se reunió con los obispos venezolanos.

Las críticas contra el accionar de Jorge Mario Bergoglio no se limitaron sólo a sus opciones internacionales. El 2017 será recordado por ser el año en el cual Francisco fue acusado formalmente de ser un “Papa hereje” por sus aperturas hacia los divorciados vueltos a casar y su relación con los cristianos luteranos, entre otras cosas.

Un grupo de teólogos y filósofos lanzó una declaración pública instando al líder católico a enmendar una lista de “siete herejías” supuestamente identificadas en sus predicaciones y algunos de sus actos.

Este documento resultó ser el punto más alto de un silencioso movimiento de resistencia al Papa y a su incisivo mensaje que ha permanecido desde el inicio del actual pontificado.

Las dificultades para el obispo de Roma se han manifestado, también, en una respuesta negativa a la reforma de la Curia Romana por él impulsada. Así lo reseñó Francisco en su ya mencionado mensaje de Navidad, cuando aseguró que “hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”.

En él urgió a superar “la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos” que representan “un cáncer” de “autorreferencialidad” que se infiltra en los organismos eclesiásticos y en las personas.

Fustigó a los “traidores de la confianza”. Personas elegidas para concretar la reforma pero que, al no comprender la importancia de sus responsabilidades, “se dejan corromper por la ambición o la vanagloria”.

Y cuando “son delicadamente apartadas” se declaran “equivocadamente mártires del sistema”, víctimas de un “Papa desinformado” o de la “vieja guardia”, en vez de hacer “mea culpa”, precisó.

Desnudando un conflicto aún no resuelto, señaló la presencia en la Curia de personas a las cuales “se les da el tiempo para retomar el justo camino, con la esperanza de que encuentren en la paciencia de la Iglesia una ocasión para convertirse y no para aprovecharse”.

En su mensaje, prefirió no dar nombres. Pero su alusión, bastante personalizada, trajo a la mente los casos de algunas salidas clamorosas de funcionarios vaticanos de los últimos meses.

Destacan la de Libero Milone, exrevisor de cuentas, quien presentó su renuncia el 19 de junio acusado de ordenar labores de espionaje sobre personajes de la Curia, o más recientemente, la de Giulio Mattietti, subdirector del Instituto para las Obras de Religión (conocido coloquialmente como “banco del Vaticano”).

Distinto fue el caso del cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quien el Papa decidió no renovarle el cargo el 1 de julio. Nombró en su lugar al jesuita español Luis Francisco Ladaria Ferrer.

El 2017 también quedará en la memoria por los múltiples gestos del Papa hacia los desposeídos y los sin techo. Su mayor contribución fue el establecimiento de la Jornada Mundial de los Pobres, que a partir de ahora la Iglesia celebrará cada año en el mes de noviembre.

En esta primera ocasión, el líder católico celebró una misa con miles de necesitados en la Basílica de San Pedro y, después, compartió la mesa con mil 500 de ellos, a quienes invitó a comer en el Aula Pablo VI del Vaticano.

La jornada se tituló: “No amemos de palabra sino con obras” y en su sermón de la misa, el Papa le advirtió a todos los católicos: “No olviden, los pobres son nuestro pasaporte al paraíso”.

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