Actualmente Marawi, en las Filipinas, es el último frente abierto en la guerra contra el Estado Islámico. La reacción del ejército de las Filipinas ha sido lenta y torpe, y la política del gobierno del presidente Rodrigo Duterte, cuanto menos, mediocre.Ni siquiera es seguro que el movimiento de los grupos islamistas Maute y Abu Sayyaf, afiliados al Estado Islámico, para tomar el control de Marawi, una ciudad de 200 mil habitantes situada en la isla meridional de Mindanao, fuera realmente un proyecto para establecer una wilaya (una provincia del Califato). Esto se debe a que los combates comenzaron casi por casualidad.Los enfrentamientos se iniciaron en la ciudad después de un intento fallido de detener a Isnilon Hapilon, líder de Abu Sayyaf. El 23 de mayo unos 500 combatientes de Abu Sayyaf y Maute protagonizaron una revuelta. La reacción del ejército de las Filipinas fue tan torpe que los combatientes consiguieron apoderarse de la ciudad.Los rebeldes no eran lo suficientemente numerosos como para controlar todo Marawi cuando el ejército hizo acto de presencia, pero aún así se hicieron con casi 20 por ciento de la ciudad.El gobierno -según el cual el conflicto ha causado hasta la fecha más de 800 muertos y cerca de 400 mil desplazados- promete que pronto acabará todo, pero hasta ahora su discurso está lejos de ser convincente.A lo largo del tiempo los gobiernos filipinos han descuidado los mares de las Filipinas, cosa que ha facilitado la entrada de yihadistas extranjeros en el país.Además, el gobierno de Duterte no ha sido capaz de ratificar los acuerdos de paz de 2014 con el principal grupo separatista musulmán, el Frente de Liberación Islámico Moro (MILF).El acuerdo atribuía a esta formación, que es islámica pero no extremista, una gran autonomía en la región de Bangsamoros (en el centro de Mindanao), cuya capital es Cotabato y que está bajo su control.Sin embargo, la ley que debería definir las condiciones de aplicación del acuerdo se estancó en el Parlamento en 2015 y desde entonces nadie la ha vuelto a poner sobre la mesa.Al Haji Murad, que era uno de los más temidos y respetados comandantes de la guerrilla y ahora es presidente del MILF, promueve las negociaciones sobre los acuerdos de paz firmados con el expresidente Benigno Aquino en 2015."A finales de los años 60 -explica desde la sede del MILF en la selva de Cotabato- surgió una especie de organización fanática cristiana llamada Ilagan que fue responsable de la matanza de muchos musulmanes, miles de musulmanes. Vimos que la situación que se había creado no era otra cosa que una campaña por el genocidio de los musulmanes, la gente de Bangsamoro"."Este grupo fanático recibió el apoyo del ejército regular de las Filipinas. Así, en el año 1978, creamos una organización clandestina formada por adolescentes, yo tenía apenas 19 años. La violencia no era la solución, pero nos vimos obligados a ir a la guerra para defendernos y promover nuestras aspiraciones políticas".Y continúa: "Nosotros, los Moro -el mayor grupo étnico no cristiano de las Filipinas, que incluye cerca del cinco por ciento de la población total del país-, nos sentimos una comunidad separada. Tenemos nuestra propia identidad, nuestra nación"."Tenemos una creencia religiosa diferente y tradiciones diferentes. Y necesitamos un gobierno propio que represente y respete nuestra cultura y nuestra religión. Esperamos que con el nuevo presidente el acuerdo de paz siga adelante. Nuestra intención es crear un partido político al que llamaremos Partido para la Unidad y la Justicia Bangsamoro".Dado que no disponían de otras cartas para jugar después del intento de llegar a un compromiso de paz con el gobierno, los dirigentes del MILF no pudieron evitar que sus miembros más extremistas se adhirieran a grupos radicales cercanos al Estado Islámico. La situación en Mindanao, pues, ha empeorado mucho desde la época de la firma de los acuerdos de paz."La radicalización de la gente en esta zona -añade el dirigente de MILF- es algo nuevo. Antes estábamos todos unidos en nuestras creencias, pero luego la frustración se apoderó de todo tras los fracasos de las negociaciones".Dice que "muchos jóvenes pensaron que el extremismo era la única manera de lograr nuestros objetivos, y por eso se acercaron a Maute y Abu Sayyaf. Es cierto, por desgracia, que muchos de sus miembros provienen de nuestra organización".Pero, añadió, "hoy son personas que no tienen metas políticas. Solo quieren destruir y matar gente. No estamos de acuerdo con esto y de hecho hemos acordado con el gobierno que no permitiremos que los terroristas accedan a nuestros territorios".Marawi está indudablemente destinada a negociar. Sin embargo, el problema de la radicalización de los descontentos y los marginados entre los musulmanes de Mindanao continuará, e incluso podría empeorar.Hace décadas que la demanda de un 'hogar musulmán' en las zonas de mayoría musulmana de Mindanao es persistente, y un gobierno filipino realmente sensible a ello ya hubiese asumido los compromisos necesarios desde hace muchos años. Y, según los expertos, el gobierno de Duterte, a pesar del optimismo de Al Haji Murad, parece no ser el adecuado.