Pasaje del capítulo "Si pierdo" del libro "La caída de Dilma: El juicio político de la primera mujer presidenta de Brasil y el ascenso de Jair Bolsonaro al poder", escrito por los periodistas de la Associated Press Mauricio Savarese y Peter Prengaman.El libro ofrece un detallado análisis del juicio político que hizo peligrar la democracia de la nación más poblada de América Latina y acentuó las divisiones en formas que todavía hoy se hacen sentir. ** El diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro tomó el micrófono y empezó a explicar el voto que estaba a punto de emitir.A esta altura, era casi seguro que la presidenta brasileña Dilma Rousseff sería sometida a un juicio político: 235 (diputados) habían votado a favor de esa medida y 82 en contra. Pero las palabras de Bolsonaro, conocido por sus declaraciones provocativas durante una carrera en el Congreso que se remontaba a 1991, resumió la interpretación que hacían muchos conservadores de lo que estaba sucediendo, la cual no tenía nada que ver con los presuntos delitos fiscales y el manejo del presupuesto de Rousseff."En este día glorioso para el pueblo, hay un individuo que pasará a la historia. Felicitaciones, presidente (de la cámara baja) Eduardo Cunha", dijo Bolsonaro, entre algunos aplausos y ruidosos abucheos dirigidos a la persona que había puesto en marcha el proceso que desembocó en el juicio político."Perdieron en el 64 y perdieron ahora, en el 2016", agregó Bolsonaro, aludiendo a la izquierda brasileña y al inicio de la dictadura de 1964-1985.Rodeado de docenas de diputados, agitando sus manos y gritando frente al micrófono, Bolsonaro continuó: "¡Por las familias y los niños inocentes que el Partido de los Trabajadores nunca respetó! ¡Contra el comunismo! ¡Por la libertad! ¡Contra el Foro de São Paulo!".El Foro de São Paulo, fundado por el Partido de los Trabajadores, de izquierda, en la ciudad del mismo nombre, es una conferencia de partidos y agrupaciones de izquierda que los conservadores como Bolsonaro cuestionan a menudo. En las últimas décadas sus participantes han sido mayormente políticos de escaso renombre de tendencia socialista, pero eso bastaba para que el foro estuviese en la mira de la extrema derecha y de los creyentes en teorías conspirativas.Acto seguido llegó el comentario más explosivo de Bolsonaro, que causó escozor, abucheos y algunos aplausos cautelosos: "En memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, ¡el terror de Dilma Rousseff!".Era un homenaje al militar que había supervisado el aparato represivo que torturó a Rousseff cuando estuvo presa, un claro golpe bajo, estremecedor incluso proviniendo de alguien como Bolsonaro.A principios de la década de 1970, Ustra dirigía el Departamento de Operaciones e Información, una unidad investigadora del Ejército que recababa información y torturaba a los presuntos enemigos de la dictadura. Decenas de personas murieron mientras él encabezó esa unidad y cientos fueron torturadas. Si bien en el 2008 Ustra fue reconocido como un "torturador" por un tribunal civil de São Paulo, siguió siendo un participante activo en los clubes militares hasta su muerte en el 2015, a menudo defendiendo la dictadura.El cálido elogio de Bolsonaro a Ustra reflejó una idea cada vez más popular en ciertos círculos, tal vez romántica, y para muchos equivocada, de que las cosas estaban mejor cuando los militares gobernaban. Para Bolsonaro y los demás partidarios de esta noción, durante la dictadura había menos violencia y menos corrupción en la política, y, dado que no existían cosas como el matrimonio gay y los derechos de los LGBT, no peligraba la familia nuclear, compuesta por un hombre y una mujer. Según esta visión, la única forma de sacar a Brasil de la recesión y de afrontar problemas crónicos como la violencia, era eliminando las ideologías de izquierda y restaurando los "valores tradicionales".Bolsonaro, un malhablado que se casó tres veces, distaba mucho de ser un modelo de los valores cristianos evangélicos que pregonaba. Su lista de comentarios ofensivos era larga: Dijo que preferiría un hijo muerto a un hijo gay. Durante una discusión, le dijo a una diputada que "no te violaría porque no te lo mereces". Insultaba con frecuencia a los gays, las personas de raza negra y las mujeres. Pero esos comentarios, parecidos al que hizo sobre el torturador de Rousseff, le generaron atención y ayudaron a hacerlo pasar por una persona ordinaria."Brasil antes que nadie. Dios por sobre todo. Mi voto es un sí", concluyó Bolsonaro. Cuando levantó los brazos como festejando una victoria, hubo más ovaciones que abucheos. Ese voto, si bien controvertido y condenado en muchos círculos, elevó enormemente la proyección nacional de Bolsonaro, ayudándolo a preparar el terreno para su postulación a la presidencia en el 2018.¿Qué pensaba y sentía Rousseff mientras el dirigente de extrema derecha se expresaba de esa manera?"Fue muy triste ver el voto de Bolsonaro", declaró Rousseff a la Associated Press un año después, en una entrevista en la que dejó entrever el pesar que todavía sentía. "No creo que el brasileño promedio esté de acuerdo con lo que dijo. Ni siquiera los que no me quieren".Otra votación que mostraron reiteradamente los noticieros fue la de Cunha, el presidente (de la cámara). No tenía que votar dado que presidía la sesión."Que Dios se apiade de esta nación. Voto por sí", expresó Cunha, quien se sentó luego en su silla.Cuando terminó la votación sobre un juicio político, la cuenta fue 367 a favor y 137 en contra. El juicio pasaba ahora al Senado.La noción de que estaba más cerca de ser destituida hizo que estallasen festejos entre muchos legisladores y hubo fuegos artificiales en numerosas ciudades. Algunos diputados partidarios de Rousseff lloraron en la cámara.Muchos brasileños pensaron que la partida de Rousseff y del Partido de los Trabajadores marcaría el inicio de la recuperación del país. Por más que ello significase que el poco conocido vicepresidente Michel Temer asumiría la presidencia, muchos esperaban que la salida de Rousseff desataría una gran limpieza que arrastraría a Cunha y otros políticos acusados de corrupción. Otros probablemente fingieron que creían eso.Para muchos que vieron la sesión en vivo -sin importar si apoyaban el juicio político de Rousseff y sintieron un gran alivio y alegría o pensaban que era una idea terrible y se sintieron decepcionados-, el desenlace fue una vergüenza. La votación puso en evidencia la escasa preparación y seriedad de muchos legisladores. Varios de ellos ni siquiera mencionaron las acusaciones a Rousseff al emitir sus votos y mucho menos las analizaron.Al margen de eso, la realidad es que muchos diputados estaban ellos mismos acusados de delitos y no estaban en condiciones de juzgar a nadie.TOMA NOTAAutores y el libroPeter Prengaman, director de noticias de AP para el oeste de Estados Unidos, fue director de noticias de Brasil del 2016 al 2019. Mauricio Savarese es corresponsal de AP en São Paulo. El libro, publicado por AP Books, ofrece una mirada profunda a la batalla en torno al juicio político de Dilma Rousseff en el 2016 que hizo peligrar la democracia en Brasil. Enlace del libro: https://www.ap.org/books/dilma-s-downfall