En un bonito día de mayo, Yohanna Khouchfa juntó sus 200 corderos e hizo las maletas con los 120 habitantes de su pueblo en Kurdistán, espantados por los drones turcos que persiguen en el país vecino a kurdos separatistas del PKK."La metralla de los obuses destruyó nuestras ventanas y nuestros muebles", explicó a la AFP el alcalde de Jelki, un pueblo en el área de Amadiya, a 17 km de la frontera con Turquía."Tememos por nuestras vidas y nos hemos marchado", añadió este irakí de 71 años, contactado por teléfono dado que la zona fronteriza es peligrosa tanto para periodistas como para observadores independientes.Desde que Turquía lanzó el 23 de abril una nueva ofensiva aérea y a veces terrestre en el norte de Irak, base de retaguardia del grupo Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), tres personas murieron y otras cuatro resultaron heridas.Uno de los fallecidos, según el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, era un comandante del PKK, organización considerada "terrorista" por Ankara y sus aliados, que libra desde 1984 una sangrienta guerrilla que ha dejado más de 40.000 muertos. Además, 300 familias, unas 1.500 personas, abandonaron sus casas, según el ministerio iraquí de Desplazados.Las repetidas convocatorias del embajador turco desde Bagdad no frenan la lluvia de bombas, que ya han arrasado un 2,5% de los bosques de Irak, "un crimen ambiental inhumano" para su presidente Barham Saleh.Sus incursiones son cada vez más profundas, "sobre 10, 15 o 20 kilómetros", indicó a la AFP Rivink Mohammed, diputado de la mayoría en el Parlamento kurdo, él mismo originario de Amadiya."Hasta esta última campaña, las fuerzas turcas entraban por los puestos fronterizos. Ahora, ellas disponen sus propias vías de circulación para evitar los pasos oficiales", ahondó su colega de la oposición Ali Saleh.MQ