La campaña presidencial francesa se está tornando problemática para las minorías religiosas y las comunidades de extranjeros al propagarse la idea de que no son parte de la sociedad.El electorado acudirá a las urnas el domingo para elegir entre el presidente Emmanuel Macron y su rival nacionalista Marine Le Pen, en una segunda vuelta que es la coronación de un proceso en el que abundaron los pronunciamientos discriminatorios y propuestas contra la inmigración y el islam.Le Pen propone incluso prohibir las pañoletas en la cabeza en público.“Quiero un presidente que me acepte como persona”, dijo Naila Ouazarf, una joven estudiante de 19 años, que lucía una túnica beige con una pañoleta en la cabeza que le hacía juego. Afirmó que no acatará esa ley si Le Pen llega a la presidencia y se aprueba la medida.Macron criticó a Le Pen por esa propuesta durante un debate presidencial el miércoles, advirtiendo que podría desatar una “guerra civil”.En la primera vuelta, dos candidatos de extrema derecha -Le Pen y Eric Zemmour-- cosecharon casi un tercio del voto en forma combinada. Un maestro de primaria del barrio suburbano de Saint-Denis, con una población muy diversa, dijo que sus alumnos están “muy asustados” por el tono de la campaña.El partido de Le Pen, Agrupación Nacional, que hasta hace poco se llamó Frente Nacional, ha tenido vínculos con neonazis, gente que niega el holocausto judío y milicias que se opusieron a la guerra por la independencia de Argelia. Le Pen tomó distancia de todos ellos y suavizó un poco su imagen.Pero uno de los puntos básicos de su campaña es la promesa de dar prioridad a los franceses por sobre los inmigrantes en lo que respecta a los beneficios sociales, algo que sus detractores comparan con una institucionalización de la discriminación. Le Pen también quiere impedir a las mujeres el uso de pañoletas en la cabeza en público, endurecer las reglas sobre el asilo y restringir la inmigración.Le Pen a ganado terreno entre los votantes desde el 2017, cuando fue derrotada por paliza por Macron en otra segunda vuelta. Esta vez Le Pen enfatizó propuestas para ayudar a los pobres.Yanis Benahmed, un estudiante de 20 años de Saint-Denis, dijo que no le convencen los esfuerzos de Le Pen por ampliar su base.“Vivimos aquí y sabemos perfectamente cómo son las cosas, el tipo de gente que hay aquí”, manifestó. “Le Pen quiere ‘limpiar’ todo. Con todo lo que dijo y con la historia de su familia, sabemos perfectamente lo que planea. Y Zemmour no lo hizo mejor”.Zemmour, un agitador que terminó cuarto en la primera vuelta, ayudó a que Le Pen mejorara su imagen al aparecer como más blanda que él. Tiene numerosas condenas por fomentar el odio racial o religioso.Zemmour, por otro lado, promovió la teoría conspirativa sin sustento alguno del “gran reemplazo”, esgrimida por supremacistas blancos que cometieron masacres en Christchurch (Nueva Zelanda) y El Paso (Texas, EE.UU.), y atacaron también una sinagoga en California.“La presencia de Eric Zemmour dio paso a una estigmatización agresiva y violenta” de la inmigración y del Islam, según Cecile Alduy, semióloga de la universidad de Stanford que estudió el lenguaje de Zemmour.“Paralelamente, hay una declinación de los valores humanistas, de palabras como igualdad, derechos humanos, luchar contra la discriminación o género que son consideradas como políticamente correctas o ‘wokismos’ por amplios sectores de la prensa, la intelectualidad y los ministros del actual gobierno”.Para algunos expertos y agrupaciones antirracistas, el propio presidente Macron contribuye a generar el actual clima. Su gobierno adoptó leyes y un discurso que incorpora algunas consignas de la extrema derecha en la esperanza de restar apoyo a Le Pen. La caracterización racial y la brutalidad policial en perjuicio de las minorías también generan inquietud. Durante la presidencia de Macron, abundaron las protestas contra la brutalidad policial tras la muerte de George Floyd, asfixiado por un policía que le puso la rodilla en el cuello durante varios minutos en plena calle en Estados Unidos, en un episodio que causó conmoción mundial.Bajo el gobierno de Macron también se aprobó una ley antiterrorista que amplió el derecho de las autoridades a revisar personas, realizar vigilancias, controlar el movimiento de la gente y cerrar escuelas e instituciones religiosas para combatir el extremismo.Agrupaciones de derechos humanos dicen que esa ley es discriminatoria.“Hay casos en los que los musulmanes pueden haber sido hostigados por las autoridades por sus prácticas religiosas, consideradas radicales, sin explicar por qué representan una amenaza para la seguridad o el orden públicos”, dijo Amnistía Internacional.En el 2021, el gobierno sacó adelante otra ley enfocada en lo que Macron describió como el “separatismo” de elementos musulmanes radicales. La medida amplió las facultades de vigilancia del gobierno a sitios religiosos. Una dependencia del propio gobierno dijo que era una ley demasiado vaga y abarcadora.Abdourahmane Ridouane lo experimentó de primera mano. En febrero, dos policías le entregaron una orden de cerrar la mezquita que maneja en Pessac, en la región del Bordeaux, al sudoeste de Francia, en la región vitivinícola.Las autoridades dijeron que las críticas de la mezquita a la “islamofobia del estado” alentaba el terrorismo musulmán. Las autoridades cuestionaron asimismo comentarios contra Israel y a favor de los palestinos en las páginas de la mezquita en las redes sociales.Ridouane apeló la medida y un tribunal de apelaciones juez le dio la razón. El juzgado determinó que el cierre constituyó una “grave y manifiesta violación de la libertad religiosa”.El estado llevó al caso a la Corte Suprema, que se pronunciará pronto.“Me entristece mucho este proceso que considero indigno de una democracia”, dijo Ridouane.El islamismo es la segunda religión más popular de Francia, aunque no hay cifras oficiales al respecto ya que el gobierno no hace distinción de raza. Considera a toda la ciudadanía francesa por igual y alienta la asimilación. Los detractores del gobierno dicen que el gobierno ignora una arraigada discriminación.“Las elecciones llegan en medio de este clima en el que gana terreno la visión de la derecha y los conservadores, la búsqueda de refugio en una visión blanca, universal, que no distingue los colores y no puede ver toda la discriminación y el racismo sistémico de la sociedad francesa”, expresó Nacira Guénif, profesora de antropología y sociología de la Universidad París VIII, que se enfoca en la raza y el género.La izquierda, por su parte, “vive un estado de negación”, según Guénif, porque muchos izquierdistas están “muy descontentos con el tema de la raza porque piensan que si hablas de la raza eres un racista”.Las críticas del wokismo recuerdan los cuestionamientos de la teoría crítica de la raza en Estados Unidos, que ofrece parámetros académicos para analizar la historia de Estados Unidos a desde una perspectiva racista. Parte de la base de que hay un racismo sistémico en las instituciones de Estados Unidos, que preserva el dominio de los blancos.A pesar de su malestar con algunas posturas de Macron, Ridouane, el director de la mezquita de Pessac, tiene claro por quién va a votar el domingo.“Si Le Pen logra alcanzar algunas de las manijas del poder, será lo peor que jamás nos haya pasado”, manifestó.