El Partido Laborista de Jeremy Corbyn arrancó en Brighton (Sur de Inglaterra) su congreso anual, marcado por las divisiones internas entre sus miembros ante la ausencia de una posición unificada frente al brexit o salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE).En un contexto de alta tensión política, donde la posibilidad de elecciones generales anticipadas es cada vez más probable, el Laborismo lidia con importantes discrepancias por su disparidad de puntos de vista sobre la marcha de la UE.El comienzo de la conferencia de este año se vio empañado por el amago llevado a cabo por Jon Lansman, del grupo Momentum -simpatizante de Jeremy Corbyn- a fin de eliminar la posición de “número dos” del partido -ocupada por Tom Watson- con una moción presentada ante el Comité Ejecutivo Nacional de la formación.Si bien Corbyn paralizó una votación que iba a celebrarse ayer para decidir eliminar o no ese cargo, el movimiento contra Watson desató la indignación de numerosos diputados, quienes lo consideraron antidemocrático, contrario a los valores del Laborismo, y advirtieron de que podría derivar en una “guerra civil interna”.En una entrevista, el propio Watson lo tildó de “ataque sectario” y opinó que iba contra las “tradiciones que lleva manteniendo el partido durante 100 años”.El “segundo” de la formación ha protagonizado varios desencuentros con Corbyn y se ha mostrado favorable a que el Laborismo respalde la permanencia en la UE en un futuro referendo.Recientemente, Watson respaldó que se celebrara un nuevo plebiscito sobre el brexit antes de unas elecciones anticipadas.El ex líder laborista Ed Miliban consideró que “esos movimientos para eliminar la figura del número dos sin aviso o debate son antidemocráticos, equivocados y no deberían suceder”.Por su parte, el diputado por la circunscripción de Tottenham, David Lammy, señaló que esas “luchas tribales”, en medio de una emergencia nacional provocada por el primer ministro Boris Johnson, le provocaban “ganas de llorar”.También el ex primer ministro Tony Blair se refirió al citado movimiento como “antidemocrático, dañino y políticamente peligroso”.