Tras largas esperas por un lugar en uno de los hospitales saturados de pacientes con coronavirus, desesperado e impotente, el médico Marcos Fonseca Barbosa optó por llevar a su madre de regreso a casa y tratarla ahí mismo."Tuve miedo de que muriera en mis brazos", confiesa el médico al narrar la inacabable odisea de la espera para hospitalizar a su propia madre, gravemente enferma de coronavirus en Manaos, en el norte de Brasil.Como médico de emergencias, Marcos, de 36 años, intentó que la admitieran en cuidados intensivos la semana pasada, pero el hospital público 28 de Agosto estaba completamente saturado por la constante internación de nuevos pacientes con COVID-19.La ciudad de Manaos, donde vive Marcos y y madre Ruth, enfrenta un grave rebrote del número de contagios de COVID-19 desde inicios de año.La señora Ruth, de 56 años, "estaba con fiebre, pasándola mal. Me presenté como médico, pero nos dejaron cuatro horas esperando, sentados en sillas de plástico", relató."No puedo culpar a mis colegas, porque es una zona de guerra", admite este médico que trabaja en varias clínicas privadas, también saturadas por la pandemia.En Manaos, capital de la Amazonía brasileña, ya vivieron escenas de horror en abril y mayo pasados al inicio de la pandemia de COVID-19, cuando tuvieron que hacer fosas comunes y poner camiones refrigerados afuera de los hospitales para conservar los cuerpos de los fallecidos por el coronavirus.Pero la situación es peor desde inicios del 2021: entre el 1 y el 11 de enero se registraron mil 979 nuevas hospitalizaciones debido al coronavirus, frente a dos mil 128 en todo abril de 2020, en el mes más complicado desde la llegada de la pandemia.Los entierros de fallecidos por COVID-19 también baten récords: en los primeros diez días de 2021 se registraron 379, más que los 348 de mayo."Nunca me habría imaginado una situación así, ni en mis peores pesadillas", relata Marcos. "Era desesperante, tuve miedo de que mi madre muriera en mis brazos, en una silla de plástico. En un impulso, la tomé del brazo, la puse en el auto y volví a casa"."Llamé a todos mis amigos y antiguos pacientes a los que había tratado a domicilio para pedirles ayuda", cuenta.Así consiguió un tanque de oxígeno y un ventilador mecánico no invasivo, que instaló en torno a una cama de hospital improvisada en su propio cuarto.Ruth "debía ser intubada", pero en esas circunstancias su hijo buscó alternativas: "la mantuve viva con un aparato de nebulización" y un catéter nasal para facilitar su respiración, explica."Fueron cuatro días sin apartarme de su lado, por eso es angustiante retomar mis guardias en el hospital". Ahora la cuida su esposa, que es maestra."Afortunadamente está mejor, pero no me impide llamar sin parar para tener novedades".Sin querer llevarse el mérito de haberla salvado, Marcos piensa que lo que realmente ayudó a su madre fue "su voluntad de vivir y la obra divina""Es un verdadero milagro que ella siga con vida".