Cuando China retiró de improviso sus estrictas medidas de Cero COVID en diciembre de 2022, el país no estaba preparado para el gran aluvión de casos. Los hospitales tuvieron que rechazar a las ambulancias que llegaban y los crematorios incineraban cuerpos sin parar.Medios estatales afirmaron que la decisión de abrir se basaba en “análisis científicos y un cálculo medido”, y no era “en absoluto impulsivo”. Pero en realidad, el Partido Comunista, que gobierna China, ignoró los reiterados esfuerzos de destacados expertos médicos por iniciar planes de salida hasta que fue demasiado tarde, según hallazgos.En su lugar, la reapertura se produjo de forma repentina al inicio del invierno, cuando el virus se expande con más facilidad. Muchas personas mayores no estaban vacunadas, las farmacias no tenían antivirales y los hospitales no tenían suministros ni personal adecuado, lo que provocó hasta cientos de miles de muertes que podrían haberse evitado, según modelos académicos, más de 20 entrevistas con empleados actuales y pasados del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China, expertos y asesores del Gobierno, así como reportes internos y directivas obtenidos por AP. Durante dos años, China destacó por sus duros pero exitosos controles contra el virus, a los que se atribuye haber salvado millones de vidas mientras otros países tenían problemas con confinamientos intermitentes.Pero con la aparición de la contagiosa variante Ómicron el año pasado, muchos funcionarios y expertos médicos importantes en China temían que la política de Cero COVID fuera poco sostenible.A finales de 2021, el Gobierno chino empezó a hablar de cómo levantar las restricciones. Para marzo de 2022, expertos médicos de alto nivel habían enviado una detallada estrategia de reapertura al Consejo Estatal, el gabinete chino. La existencia del documento se reportaba por primera vez en la investigación de AP.Sin embargo, el debate al respecto quedó silenciado tras un brote ese mismo mes en Shanghái, que hizo que el mandatario chino, Xi Jinping, confinara la ciudad. Expertos chinos de salud pública dejaron de hablar de preparar una salida, reacios a desafiar abiertamente una política respaldada por Xi.Para cuando el brote de Shanghái quedó bajo control, apenas quedaban unos meses para el 20mo Congreso del partido, la cita política más importante del país en una década, lo que añadía complicaciones políticas a la reapertura. De modo que el país se atuvo a las pruebas diagnósticas masivas y las cuarentenas de millones de personas.AP Voz del experto Zhang Zuo-Feng, epidemiólogo de la Universidad de California“Si hubieran tenido un plan real de salida antes, podrían haberse evitado muchísimas cosas”, dijo Zhang Zuo-Feng, epidemiólogo de la Universidad de Los Ángeles, California. “Podrían haberse prevenido muchas muertes”.Los expertos estiman que muchos cientos de miles de personas, quizá millones, podrían haber muerto en la oleada de COVID-19 en China, lo que si bien está muy por encima de la cifra oficial de 90 mil muertos sigue siendo mucho menos que el número de víctimas en países occidentales.Sin embargo, entre 200 mil y 300 mil muertes podrían haberse evitado si el país hubiera tenido mejores tasas de vacunación y reservas de antivirales, según modelos de la Universidad de Hong Kong. Algunos científicos estiman que podrían haberse salvado incluso más vidas.“No fue una buena decisión de salud pública en absoluto”, dijo un funcionario del CDC en China que declinó dar su nombre para hablar con franqueza de un asunto sensible. “Fue un momento absolutamente malo (...) esto no fue una apertura preparada”. El 6 de diciembre Xi Jinping dio instrucciones a las autoridades de que cambiaran los controles de COVID-19, según Xinhua.Al día siguiente, las autoridades chinas de salud anunciaron 10 importantes medidas que en la práctica eliminaban los controles, cancelaban los requisitos de pruebas diagnósticas, la cuarentena centralizada obligatoria y los códigos QR que monitoreaban la ubicación. CT