In memoriam M.F. de P., siempre elegante.Con ese título se inauguró hace unos días en París, y estará abierta hasta mayo, una gran muestra que marca el sexagésimo aniversario de su primer desfile de modas y que se presenta en seis distintos museos: Louvre, Pompidou, Orsay, Arte Moderno, Picasso y el del propio Saint-Laurent. A través de sus modelos se expresa toda una cultura, todo un universo artístico, pues gracias a su talento creativo reinventó, con rigor y fantasía a la vez, todo el patrimonio plástico. En tal perspectiva, la vasta exposición revisa la obra de Saint-Laurent como una creación marcada por distintas culturas y épocas.En la sección que alberga el Centro Pompidou, el recorrido aborda el trabajo de Saint-Laurent como un artista profundamente anclado en su siglo y testigo de la evolución de la producción artística contemporánea. Picasso, figura esencial de ese periodo, tiene un sitio especial en la obra del modisto, como dejan ver los juegos de citas y referencias que ofrece el Museo Picasso. Saint-Laurent nunca dejó de jugar con los ritmos y colores, luces y materiales, como se puede ver en los diálogos que se entablan con las piezas en el Museo de Arte Moderno, donde se alternan salas monumentales y secuencias más íntimas. En el Louvre se aprecia su fascinación por la luz, por el oro -el color solar-, por las artes decorativas, pero también y sobre todo por la gala del ceremonial, todo ello refulgente en la galería de Apolo. Y las diversas trayectorias del artista, que se responden mutuamente, no pueden ser apreciadas sin abordar el papel que Marcel Proust desempeñó en su imaginación. Esa pasión proustiana, así como el tema de los códigos de la moda masculina y femenina se exploran en la sección del museo de Orsay.Según Stephan Janson, uno de los tres comisarios de la exposición, para Saint-Laurent “el arte era revelaciones y enamoramientos que lo conmovían profundamente y que él iba digiriendo. Partía de lo que habían suscitado en él esas emociones para retranscribirlo en sus creaciones”. Fue el primer gran modisto que mantuvo un diálogo de larga duración con los artistas, desde la serie de vestidos del “Homenaje a Piet Mondrian”, en 1965, hasta sus citas de Tom Wesselmann, Henri Matisse, Georges Braque, Pierre Bonnard, Fernand Léger, Van Gogh y por supuesto Picasso.Cada vez, Saint-Laurent operaba una translación de los cuadros a una nueva obra en tres dimensiones que ponía el arte en movimiento. En su biografía escrita por Laurence Benaïm en 1993, se lee que “su amor por el arte era demasiado grande para buscar reconstituirlo a través de los vestidos”, por lo cual buscaba sólo dar a entender lo que había recibido: “los deslumbramientos de la luz en Matisse, los prismas coloridos de Mondrian, el vértigo de las líneas en Braque y Picasso, los terciopelos de Velázquez, las tafetas crujientes de Van Dyck, las rosas de Manet, los cielos de Nicolas de Staël, (…) los impactantes colores sólidos de Rothko, los negros de Frans Hals. Todo en él parecía absorbido por ese insaciable apetito de lo bello tan caro a Baudelaire. Como Gauguin que siguió pintando flores anaranjadas y perros rojos, como Francis Bacon a quien admiraba, Yves Saint-Laurent modificó con sus visiones la percepción de la moda”.