Martes, 22 de Octubre 2024

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

¿Y “la bolita” del abuelito?

Por: José M. Murià

¿Y “la bolita” del abuelito?

¿Y “la bolita” del abuelito?

Al finalizar la centuria resultaba muy necesario que las licencias para el tráfago de mercaderías no fuesen ya patrimonio exclusivo del Consulado de la Ciudad de México

A Miguel Ángel Domínguez

No sé qué tan bien sabido sea, pero es el caso de que el Consulado de Guadalajara, creado por Real Cédula expedida en Aranjuez el 6 de junio de 1795, por Carlos Borbón el “cuarto” IV, viene siendo una especie de abuelo de la ya centenaria Cámara de Comercio de Guadalajara, de enorme prestancia económica, política y social, aunque bastante menguada en los últimos años.

Claro tenemos que el trasiego fue desde mediados del siglo XVIII la principal actividad lucrativa de estas tierras, entre otras razones por la estratégica ubicación que tuvo a partir de comienzos de dicha centuria al formalizarse la colonización del Noroeste.

Su Majestad, o quien haya redactado en su nombre el dicho documento, atribuyó “el aumento y extensión que ha tomado el comercio de América con la libertad concedida” por su “Augusto Padre” en el reglamento expedido el 12 de octubre de 1778 y “otras gracias y franquicias concedidas”. Haiga sido como haiga sido, al finalizar la centuria resultaba muy necesario que las licencias para el tráfago de mercaderías no fuesen ya patrimonio exclusivo del Consulado de la Ciudad de México.

El de Guadalajara vivió hasta el 6 de noviembre de 1824, cuando la libertad de comercio se generalizó.

Como lo ratificó por escrito mi admirado amigo Luís René Rivial, presidente de la Cámara en 1993 y, sin duda, uno de los mejores que ha tenido, en ese año me encontré cerca del Zócalo de la Ciudad de México, uno de los muy pocos ejemplares que existen de la impresión de dicha cédula, que se hizo en la única imprenta tapatía de entonces, propiedad de don Mariano Valdés Téllez Girón.

Lo que pagué por ella fue mucho más de lo que la sensatez aconsejaba para el estado de mis finanzas, pero no pude resistir la tentación… pero también me remordió después la conciencia que dicha joyita quedara escondida en mi incipiente biblioteca particular.

Acudí a ver a René y, por su conducto, lo obsequié con la única condición de que se hiciera una edición facsimilar, con un pequeño estudio introductorio de Patricia Núñez, entonces joven historiadora de El Colegio de Jalisco.

Rivial cumplió con celeridad su palabra y, al comenzar 1994, la Cámara ya había obsequiado prácticamente todos los ejemplares a socios y amigos.

Dentro de una austera vitrina, en un lugar estratégico en la antesala de la presidencia, podía verse el ejemplar de marras hasta que, un buen día, hubo cambios y no he vuelto a ver el dicho impreso ni nadie me ha sabido informar dónde “quedó la bolita” del abuelito, lo cual no deja de entristecerme. ¡Ojalá no haya pasado a malas manos!

Temas

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones