Sábado, 30 de Noviembre 2024

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Y apenas comienza

Por: Augusto Chacón

Y apenas comienza

Y apenas comienza

Ahora que la X de la ecuación Frente Amplio por México se despejó, en un sector, no pequeño, se instaló una expectativa optimista, triunfadora. Para quienes ven al actual régimen de la República como una de las plagas (o todas) que azolaron Egipto en tiempos bíblicos, Xóchitl Gálvez -sigamos en el tono de la Biblia- es la paloma que anuncia el fin del diluvio universal, el arcoíris que refrenda el pacto de no agresión con la deidad llamada democracia. Pero en medio de semejante luminosidad, lo prudente es revisar, porque la historia es necia con sus enseñanzas y la realidad muy terca para esterilizar ensueños, en qué consiste la esperanza que Xóchitl Gálvez convocó en el imaginario de tantas, de tantos. La esperanza, sea de la naturaleza que sea, nomás dulcifica las condiciones de la contienda política, pero no muda hábitos, recurrencias, modos centenarios de entenderla y practicarla, en quienes son profesionales de ella (y que convenencieramente la han tergiversado) y en quienes desde la tribuna son inevitablemente parte de ella. 

En 1977, el buen novelista que sí es Paco Ignacio Taibo II colocó en su libro Cosa fácil un epígrafe: «“Sólo hay esperanza en la acción” J. P. Sartre». La cita es pertinente, y quien la usó viene bien para hablar de la esperanza: andando el tiempo, Taibo II optó por la desesperanza a la que orilla la inacción, que a su vez es consecuencia de abrazar acríticamente a un caudillo, López Obrador, y disfrazar el abrazo de ideología dizque emancipadora de las élites, podríamos llamar a ese gesto: quietismo doctrinario, aunque él, y muchas y muchos con él, afirmen ser fundadores de un movimiento justiciero. Para contrapesar esto, vamos a lo escrito por Sartre, mediado por Jose Ma. García Mauriño en Diccionario de conceptos filosóficos: “Porque [Sartre] dice claramente: sólo hay realidad en la acción. Y va más lejos todavía, porque agrega: el hombre [y la mujer, para actualizar el texto, y vale para lo que sigue] no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza. No es, por lo tanto, más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida. (…) De tal manera que sin esa acción el hombre no «es» un ser humano para-sí, sino simplemente un ser en sí, una cosa. De acuerdo con esto, Sartre dice comprender por qué esa doctrina horroriza a algunas personas que se amparan en las circunstancias, en el determinismo, para quitarse toda responsabilidad.” Esto último nos interpela y nos sonroja: refugiarse en el modo en el que están las cosas, apelar al fatalismo: nada que hacer, no hay remedio y por esto sentir que no tenemos compromiso por cambiarlas. De Alain Touraine, en Crítica de la modernidad: “La modernidad no se puede separar de la esperanza. Esperanza puesta en la razón y sus conquistas, alentada en los combates liberadores, esperanza puesta en la capacidad de cada individuo libre de vivir cada vez más como sujeto.”

Ahora quizá estamos en condiciones de hacer una reflexión, mínima, sobre la naturaleza de la esperanza que Xóchitl Gálvez prohijó y si acaso es diferente a la que sexenalmente entra en escena, encarnada por la contienda electoral y sus protagonistas. O expresado coloquialmente: el fenómeno X, qué con nosotros, hoy y hacia lo que sigue, como sociedad y de una en una, de uno en uno.  

La esperanza que la senadora Gálvez ha acarreado se percibe a través de quienes la apoyan, que recitan aquí y allá las tradicionales plegarias, resumidas así: va a derrotar al presidente y a su partido, y los males que López Obrador propició serán erradicados en cuanto Xóchitl asuma el poder. Es decir, para quienes están con ella pareciera que ya todo está hecho, y que su responsabilidad es ser testigos, o cuando más: hablar de ella como causa heroica con sus amistades y animarse unos a otros a votar por ella, el año que entra. Esa esperanza luce distante de la acción y aunque permanezca moralmente, acabará a merced de las circunstancias, de la fatalidad y lo peor: quedará en manos de los que sí hacen, en sentido contrario de lo deseado. 

Por supuesto, poner acciones a la esperanza Xóchitl, obliga a preguntar: cuáles, cómo. El estatus quo es imponente, tiene de su lado al gobierno federal y al de muchos estados, y con esto atrae a su bando a quienes son susceptibles de ser presionados por los primeros: cierto poder económico y a poderes fácticos, incluido el crimen organizado. La lucha es desigual y mirada pragmáticamente, desesperanzadora. ¿Qué puede hace la gente que quiere trocar el derrotero que el país ha tomado con López Obrador al timón? No se trata de hacer una guía de activistas (en cada celular, en los chats, aparece cotidianamente alguna), pero tal vez conviene que las acciones que cada cual emprenda estén atravesadas por algunas certezas que proponemos se vuelvan comunes: que Xóchitl vaya a ser la candidata del Frente Amplio no es un triunfo absoluto, apenas cruzó el umbral para participar; es importante hacer saber al presidente y a sus secuaces, por todos lo medios, que por más que la agredan, la base social que la soporta es amplia y está comprometida con ella; con la candidatura no se le concedió un don divino, se le asignó una responsabilidad: luego de cien años de malos gobiernos sabemos que el “proyecto de nación”, construido por el poderoso en turno queda ajeno a las realidades que conforman al país y, por eso, es socialmente inútil; por último, una certeza que tiene que ver con la enunciada en segundo lugar: si constantemente mandamos el mensaje de que debemos y queremos ser parte del proyecto que con Xóchitl Gálvez está por venir, en automático hacemos saber, al oficialismo y a la oposición misma, que la esperanza en ciernes tiene sustento en una sociedad puesta en acción.     

agustino20@gmail.com

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