El 12 de junio Xóchitl Gálvez quiso confrontar a López Obrador en Palacio Nacional para exigir su derecho de réplica, pero no la dejaron entrar. Días antes el Presidente había señalado que la senadora panista quería eliminar los programas sociales. Allí comenzó la “Xochitlmanía”. A partir de ahí la legisladora desfiló por todos los noticieros nacionales una y otra vez. Un periodista, conmovido, hasta le confesó: “Yo decía hace tres meses que no había oposición. ¿Y qué ocurrió? Xóchitl con su estilo, pero el Presidente con el suyo, se encargó de crear a quien yo he calificado como la más formidable candidata presidencial desde los tiempos de Vicente Fox”. Ese sueño de una noche de verano se ha convertido en un chiste inofensivo e involuntario. Dos episodios retratan el momento que atraviesa la candidata del Frente Amplio por México. En Chiapas declaró ante la prensa que “hay muy malos priistas con los que yo no trabajaría como Bartlett, como “Alito” o como el ex gobernador de Hidalgo, Fayad”, sentenció rodeada de liderazgos del PRI. Luego los calificó como una “bola de oportunistas”. Segundos después le pasaron un papel para hacerle notar sus palabras. Allí mismo se disculpó con el presidente del tricolor, Alejandro Moreno, “Alito”. La sonrisa angustiosa era de alguien que sabe hasta dónde metió la pata. Luego en su Quinto Informe como senadora, en el Monumento a la Revolución, cometió otro error de dimensiones similares. Mientras arengaba a sus seguidores, el teleprompter se apagó. La senadora se quedó sin palabras. Una vez más con una risa nerviosa dijo ante la multitud: “Se me fue el discurso”, incapaz de improvisar. Más adelante, mientras emulaba la frase de Luis Donaldo Colosio, pidió una tableta con el guion de su discurso. De tal manera que la frase de Colosio quedó reelaborada en estos términos: “Veo a un México con hambre y sed de justicia… pásame el Ipad”. Xóchitl Gálvez se ha convertido poco a poco en la candidata del triste desfiguro. De la risa, la pulla y la picardía ha pasado a mostrar incompetencia y descuido. Luce como una candidata solitaria atrapada en una estrategia desarticulada. Ese vacío interno se respira hacia afuera (dicen que AMLO infló a Xóchitl intencionalmente para bajarla de la contienda en la Ciudad de México, en donde tenía verdaderas posibilidades). En Jalisco, por ejemplo, ni siquiera han definido a su candidato o candidata para buscar el “binomio ganador” del Frente. Pareciera que el triunfo de la alianza no es prioridad. Su tarea es administrar la derrota que les brinde las curules suficientes en el Congreso de la Unión a las cúpulas partidistas del PRIAN. Salvarse ellos aunque el barco se hunda. En el arranque de su carrera por la Presidencia, Xóchitl declaró que en su Gobierno no habría “ni rateros, ni huevones, ni pendejos”. Todos recordamos esa promesa. Sólo queda la duda si le faltó asegurarse de excluir a esos perfiles desde su campaña. jonathan.lomeli@informador.com.mx