Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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What is love?

Por: Carlos María Enrigue

What is love?

What is love?

Si usted tarareó “baby don`t hurt me, don`t hurt me, no more” podrá dar por descontado dos cosas: 1) acaba de confirmar su crianza noventera; y 2) se quedará con esos versos el resto del día (aunque pudo ser peor, pues dentro de esa época también encontramos rolas como “Chiquitere”, “Scatman” o “Never gonna give you up”).

Ahora que, cabe decirlo, este artículo no va sobre canciones que poco a poco fueron minando MTV, sino que busca encontrar una de las manifestaciones de amor más puro del que yo tenga memoria. Y cuando digo puro, me refiero a lo más desinteresado que uno pueda imaginar – no a la panda de pediches que se agolpan afuera de la casa del tlatoani cual Calcuta para pedir que el presidente electo mande una brigada de la CFE a que reinstale unos diablitos.

Y es que, si usted no lo sabe, en el mundial de fútbol pasado un peruano aplicó un supersize me a lo bestia. Y es que Miguel F., junto con 43,582 peruanos consiguió un boleto para un partido de su selección en Rusia, el detalle radica en cómo es que consiguió tal boleto.

Relata el limeño que, cuando intentó adquirir las entradas se topó con que los boletos estaban agotados – cosa natural pues los andinos tenían varias décadas sin clasificar a una copa del mundo – pero Miguel, que no iba a cejar en su intento, armado con la memoria de Homero Simpson descubrió que existían boletos adicionales para personas con alguna discapacidad – dentro de las cuales se contaban el tener movilidad reducida como sillas de ruedas y obesidad mórbida.

Ciertamente un par de partidos de mundial no dan como para cortarte una pierna, pero como París bien vale una misa, Miguel decidió aumentar su tonelaje para llegar al nada despreciable punto de 35 IMC (la medición de la grasa corporal), como ya estaba en un sabroso 30, calculó que únicamente le requeriría aumentar 25 kilogramos dentro de tres meses.

Ahora bien, uno de entrada dice fácil, es cosa de programarse, pero la realidad de las cosas es que por mucho que uno se levante temprano para ir a reventarse unos Tacos Juan, para después ir de Brunch a Enrique el Viejo por una ahogada, comer una buena birria en el Chololo, merendar un churro en la Bombilla y rematar cenando unos de cachete en Tacos Gaspar, como al segundo día ya empiezas a ver borroso, escuchar voces que repiten con eco “tú ya sabes donde está” y a perder en general el equilibrio.

Así que este campeón, despreciando cualquier riesgo para su integridad corporal y vida, decidió en un acto de amor dejarlo todo para ir a alentar a los peruvians quienes solo pudieron festejar el triunfo sobre Australia, pero eso hizo que todo valiera la pena. De ahora en delante cero leche de tigre – es un alimento, no una leperada – para el amigo quien de intentarlo nuevamente para el mundial de Qatar, capaz que se nos queda en el camino.

Eso es amor, no fregaderas.

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