No me lo enseñó una piedra en el camino, porque la didáctica no forma parte de sus componentes y capacidades, pero quizá por otros medios menos rudos sí aprendí que, durante el tiempo que la vida decidiera mantenerme vigente en el padrón de sus huestes, mi destino era votar y botar.Y así lo he venido haciendo, cíclicamente y en ambos sentidos, desde que por mayoría de edad me fue consagrado el derecho a hacerlo, aunque nadie me advirtió que durante los meses previos al ejercicio de dicha concesión, sería sometida al masaje cerebral y mediático más despiadado del universo, con tal de teñirme la devoción hacia ciertos colores en particular.Desde ahí asimilé que también me correspondía el inalienable derecho de botar a cuanta instancia, medio o individuo se me arrimara con intenciones proselitistas o para indagar mis intenciones sufragistas.De modo que llegado el día y a pesar de haberme devanado las tres neuronas que se alcanzaron a salvar del marasmo propagandístico, no me ha quedado claro por quién voy a votar, pero sí tengo la certeza de que voy a botar al basurero la sarta de panfletos recibidos en mano, pegados en la reja de la casa, surtidos en un crucero y ensartados en el parabrisas del carro, que acumulé no solo con la sana intención de considerar lo que traían a la venta los candidatos de cada color y a cada puesto, sino también con la morbosa idea de tantear el dineral que se invirtió en un papelero que no acabó sirviendo ni para limpiar los vidrios pero bien que acabó inundando arroyos y banquetas.Hasta hoy, lo único que sé es que no votaré por los diablos encarnados en candidatos, de ésos que tan severa pero disciplinadamente han sido promovidos por sus acérrimos detractores en las redes sociales, pero he terminado de botar de mis contactos a quienes persistieron en difundir frases fuera de contexto, comparaciones idiotas con políticos de otros países y mensajes infamatorios para restarles simpatías y granjear la aversión hacia sus propuestas, con argumentos tan veraces y contundentes como el “dicen que…”Ni aunque anduviera atiborrada de estupefacientes sería yo capaz de votar por el mesías que me sugiere la sabihonda de la cuadra, quien asegura que no hay uno solo como él, tan decente, íntegro, honesto, claro, valiente, culto y profesionalmente capacitado (creo que hasta dijo que bien parecido, lo que me dificultó la identificación) para que dirija los destinos nacionales, basándose en sus buenos principios y sólida formación moral. Así que ni tantita pena me dio botarle y rebotarle el comentario asegurándole que el modelito que propone, y que según ella es el único que puede “desfacer” todos los entuertos que afligen al país, no se encuentra entre los contendientes (ni siquiera como un robot independiente) porque todos son políticos entre cuyas gracias no figura ninguna de las cualidades que enlista.Por el único que hoy votaría, sin chistar y felicitándolo por su comprensión y generosidad, sería al maestro capaz de aplazar sus afanes didácticos, para permitir que mañana por la mañana, sus alumnos pudieran dar rienda suelta a su pasión futbolera en el que podría ser el último partido de la selección nacional. Creo que bien vale la pena la inversión que podría redituarle al conseguir la óptima voluntad de sus educandos, ¿a poco no? Y si no se los permiten, pues que boten al profe por insensible.