Con la terrible noticia de que fueron arteramente asesinados los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, cuyo crimen, según lo publicado en las redes, fue proteger a un señor llamado Pedro Heliodoro Palma, quien había llegado a la iglesia de Cerocahui en busca de santuario, figura que no por no ser usual, ha dejado de tener importancia de la Iglesia como defensora de la comunidad. Un barbaján no respetó ni la figura ni a los clérigos y les quitó la vida, en lo que por desgracia no es sino uno más de los actos de violencia ante la aparente incapacidad del Estado para restringirla, porque dígase como usted quiera, no podemos ni aceptar ni menos considerarla como normal en nuestro entorno, eso no puede ser.El hecho es adicionalmente doloroso porque de mi experiencia vital me consta que los miembros de la comunidad de hijos de San Ignacio de Loyola, a pesar de ser muchísimos miembros, tienen una gran relación entre ellos y saben, como en una familia unida, lo que hacen y viven otros miembros de tan preclara orden del otro lado del mundo, por lo que esto sonará y se sentirá en todo el planeta.Lastima también dicha ejecución al mundo ramámuri, en el que los jesuitas desde hace siglos están de misión y usted recordará que en nuestras recientes charlas dominicales les narré mi impresión ante unos artículos publicados en la revista “Xipe-Totec”, del Instituto Libre de Filosofía y Ciencias A.C. y del Centro de Reflexión y Acción Social A.C., publicadas en 1992 (que trataban de la confusión que se daba en los 500 años, de si se había tratado de un descubrimiento o de un encubrimiento), que me hizo llegar, antes de morir, el padre Jesús Gómez Fregoso S.J. Entre las colaboraciones que comenté con ustedes estaban, particularmente, dos visiones: una, la conquista a los ojos de los tseltales y la conquista desde la perspectiva de los ramámuri, que fue la que más me llamó la atención porque, como ya lo indique, los sacerdotes de esa orden hace siglos están de misión por esas tierras y es notable, según se desprende de dichos textos, que han sido especialmente cuidadosos en respetar la cultura y formas de pensar de esa comunidad, por lo que creo firmemente que atacando a los fallecidos sacerdotes se ataca no solo a la Iglesia o a la orden religiosa sino que es una herida para la propia comunidad a la que servían.Por desgracia no son buenos tiempos para la justicia y debo decir que aunque comparto plenamente con el presidente de la República que los delincuentes tienen y deben tener derechos humanos, lo cual debe ser incuestionable, pero este hecho no significa que no puedan ser juzgados sino que precisamente se les otorgarán todas las garantías de un juicio justo y no otra cosa; pero debo decir que por los vientos que corren ni la presidencia de la República ni la gubernatura de aquel estado harán nada. Ojalá y me equivoque.@enrigue_zuloaga