Los seres humanos estamos tan expuestos que nos basta con cometer un error –o incluso ser inculpados- para que todo lo que somos termine por reducirse a una sola palabra. De un momento a otro podemos ser delincuentes, corruptos, acosadores o adictos ante el escarnio público. Ya no somos lo que fuimos, ahora somos “nuestro pecado”.Un ejemplo de esto es lo que está viviendo Víctor Guzmán, quien de unos días para acá pasa por las que seguramente son las horas más complicadas de su todavía joven carrera como futbolista profesional.El lunes recién salió a la luz el hecho de que su separación de Chivas fue debido a un control antidopaje que habría resultado adverso, y más allá de que esto le costará su estadía en el equipo rojiblanco, sin duda alguna la más perjudicada ha sido su privacidad como persona y su credibilidad ante un gran sector de la opinión pública.Sin embargo Víctor es mucho más que la palabra con la que lo quieran condenar o calificar. Sigue siendo el joven que surgió de un barrio humilde para llegar hasta donde ha querido gracias a su talento.El “Pocho”, como es conocido, sigue siendo el hijo de esa pareja que dio todo por verlo crecer en un ambiente desconocido para ellos como el futbol, porque con un padre beisbolista y mecánico de profesión, Guzmán tuvo que ganarse por méritos propios su pase al profesionalismo.Más allá de su error, si es que en realidad lo cometió, el mediocampista no debe ser encasillado ni atacado en este mundo que está a la merced de los linchamientos digitales. Sin duda el coraje que ha tenido para sobresalir merece un mejor trato.Hasta hace unos días su barrio estaba de fiesta por verlo regresar. Esas calles torcidas y empedradas en las que que alguna vez lo vieron repartir tortillas se maravillaron con su arribo. Algunos iban incrédulos hasta su puerta para buscar un autógrafo.Anteriormente Víctor ya ha superado adversidades. Fue dado de baja de una escuela filial del Atlas y junto a un amigo partió a Chivas para probarse con el equipo. Una vez dentro y después de llamar la atención en las divisiones inferiores del Rebaño, salió del club sin muchos reflectores. Su destino: Pachuca.Fue entonces que llegó a Hidalgo sin un sueldo mucho mayor al que ganaba en las fuerzas básicas de Chivas. Por primera vez estuvo fuera de casa, y a pesar de todo logró ser él quien anotara el gol que le dio el título a Pachuca en 2016.Víctor es un joven con sueños que van más allá de jugar en la selección nacional y en Europa. Entre sus anhelos y planes está el reparar algunos espacios de su colonia como “El desierto”, esa cancha de tierra en la que jugaba de niño y en la que ahora juegan sus sobrinos y vecinos.Víctor es ese hijo que pagó un boleto a sus padres para que pudieran verlo jugar en el Mundial de Clubes. Es ese amigo que no se olvida de los colegas que jugaron junto a él cuando improvisaba porterías con piedras en las calles de Tonalá. Él es, sin duda, mucho más que una simple palabra con la que pretendan juzgarlo.