Hace algunos años acudí a la presentación de un libro del poeta Javier Sicilia en el Ex Convento del Carmen. No recuerdo por qué, pero en algún punto la charla derivó en un indignado reclamo del poeta. Recuerdo que empuñó la botella de agua frente a él y, con pasión de poeta, criticó el mercantilismo que convierte en negocio un elemento esencial para la vida. ¿Qué seguía? ¿La venta encapsulada de oxígeno? (En un viaje a Estados Unidos me topé después con un “bar de oxígeno”, pero es distinto). Esas pequeñas anécdotas marcan. Desde entonces, siempre he defendido mi derecho a un vaso de agua gratis en un restaurante. Un pequeño acto de resistencia civil pacífica con buenas y malas experiencias. ¿Es legal que te obliguen a pagar una botella de agua en un restaurante en vez de brindarte un vasito de agua? Esta semana Zapopan aprobó una modificación al reglamento para que cualquier cliente de un restaurante obtenga un vaso de agua sin que lo obliguen a pagarla. Hace cinco años, Guadalajara modificó su norma para garantizar el mismo derecho; en el resto de los municipios metropolitanos no se menciona nada al respecto. Por cierto, la Ciudad de México (antes DF) fue pionera en 2013 en garantizar este derecho. Pero vale la pena ir más allá. ¿Qué hay detrás del agua embotellada? Más de la mitad del negocio del agua embotellada en México es controlado por tres grandes empresas, Danone, Coca cola y Pepsico, con ganancias millonarias al año. Ha prosperado el mercado de tal manera que surgieron las llamadas “aguas gourmet” o algo así como el esnobismo hídrico. Una breve investigación me asombró al enterarme que además del agua de piedra o de las Islas Fiji, se comercializan “aguas de lujo” de manantial inglés, aguas ricas en minerales y bajas en sodio de acuífero montañoso de Argentina, aguas indígenas de África y la que, según leí, es el “Roll Royce” de las aguas: la Chateldon que procede de manantiales franceses. Y desde luego, en este mercado hay “catadores de agua”. Válgame. Más allá de la ironía y en el contexto de escasez de agua que padecemos en distintas partes del país, es una realidad que detrás del gran negocio del agua embotellada en México también está la sobreexplotación de acuíferos a partir de concesiones a precios irrisorios para las grandes transnacionales. El agua es un derecho humano. Por esa simple razón nadie debería negarnos ni cobrarnos un vasito de agua. Y si vamos más allá, el artículo 115 de la Constitución obliga a los municipios a garantizar el suministro de agua potable, lista para beberse. Pero dudo que alguien se atreva a saciar su sed con un buche de agua de la llave. Bien visto, la carencia de ese derecho humano ha permitido que crezca un negocio privado. Es decir, el poeta Sicilia no estaba tan equivocado. Aunque ahora en Guadalajara y Zapopan será un poquito menos negocio y más un derecho. Nota: En la columna del lunes consigné que el diputado José María Martínez intentó detener la iniciativa para crear el Itei en 2004 como lo consigna mi fuente, el libro: “18 años de gobiernos panistas en Jalisco”, publicado por el ITESO en 2016. El aludido me aclara que nunca estuvo en contra y añade que votó a favor de su creación como diputado del PAN.