El asesinato de un árbol como estos debería conmover a todos los ciudadanos de buena voluntad preocupados por su medio ambiente. Era un hule prodigioso, que daba carácter y significación a una esquina de la afamada colonia Moderna. Por sí mismo, generaba un generoso microclima, un grato hito en el paisaje urbano.En unos cuantos días este hule fue destruido ante los mismos ojos de la autoridad. No molestaba a nadie, simplemente daba sus beneficios desde hace decenios a quienes por allí vivían o por allí pasaban. Podría haber tenido sesenta o setenta años, ya que, hasta donde se sabe, este tipo de ficus fue introducido en nuestra ciudad a mediados del siglo pasado.La única “explicación” que cabe es la de que quienes detentan el edificito que está en el predio adyacente querían “visibilidad” para poder rentar tal inmueble. Según algunas versiones, esa finca se debe a Ignacio Díaz Morales, era de ladrillo aparente, y constituía una de las mejores muestras del funcionalismo del maestro. Ahora está enjarrado y desfigurado sin que los “fervientes defensores” de la obra diazmoraliana hayan dicho, para no variar, ni pío.Pero lo más grave es el árbol: se trataba de un inapreciable bien público, de una poderosa maquinaria vegetal para mejorar la atmósfera de todos, un ejemplar botánico de pasmosa belleza que compensaba la creciente fealdad circundante. Nos quedamos ahora con una pérdida en los haberes comunes, mayor contaminación en todos los órdenes y un aire más sucio. Bravo.Hace algunos años, un aplicado alumno de la Escuela de Arquitectura del Iteso propuso seleccionar algunas decenas de árboles públicos y notables con el fin de “monumentalizarlos”. Hacer alrededor de ellos sencillas plazuelas o patios vecinales con bancas que denotaran la belleza e importancia de esos “individuos forestales” de excepción. El primer ejemplo seleccionado fue la famosa parota de avenida de La Paz, la que por fortuna allí sigue. Luego siguieron muchos. El esfuerzo fue retomado por un grupo de alumnos y maestros itesianos dentro del movimiento “Árbol con/sentido”, del que aparentemente no ha habido continuidad.Volviendo a la pérdida criminal del hule prodigioso: ¿dónde está -o estaba- la autoridad municipal? ¿Dónde los ecologistas? ¿Quién le restituye a la gente lo que así se le roba? No es difícil intentarlo: el edificito sospechoso y sus dueños allí están, las responsabilidades y sanciones pueden ser fincadas. Esto, si no hay colusiones más que lamentables.Por lo pronto, se podría desear lo siguiente: que el gran tronco del hule sea protegido como útil recordatorio de la irresponsabilidad y el atropello en perjuicio de la gente; que los responsables sean obligados a sembrar un gran hule y decenas de especies adecuadas en las manzanas concernidas con el acto criminal. Y que se le de publicidad al caso, se le señale como la última vez que el patrimonio arbóreo común es depredado de esta manera.Defender cada árbol útil y bello es una obligación de la autoridad, de las asociaciones de colonos (¿y la de la Colonia Moderna?) de todos los ciudadanos.jpalomar@informador.com.mx