Finalmente termina el año sin el clásico de invierno. Todas las condiciones estaban dadas para que fuera posible presentarlo -por lo menos vía streaming- no se diga en un pequeño formato como ya fuimos testigos de las evidentes presentaciones con pequeños públicos. Es cierto que la tendencia mundial es tener todos los auditorios y escenarios cerrados al respetable. Pero también es cierto que las compañías de danza no sólo siguieron entrenando desde sus casas con un acompañamiento cabal sino que volviendo a los estudios, emprendieron feroces la vuelta a los ensayos como si tuvieran todas las fechas con o sin público resueltas. No es definitivamente el caso del Ballet de Jalisco. Es una pena que teniendo una plantilla de bailarines que dependen plenamente del presupuesto del Estado, es decir, es la compañía de todos, hayan estado (dicho por los mismos bailarines) a la deriva por meses, entrenando como podían desde casa, en condiciones penosas y sin el acompañamiento debido. Cuando finalmente volvieron a las aulas, divididos por grupos, lo hicieron sin fechas en adelante y sin proyectos a futuro seguros. El caso es que parece que el Teatro Degollado es sólo la casa de la Orquesta Filarmónica de Jalisco y no de otros grupos (o bueno, de algunos otros pocos y elegidos) del Estado. Qué lástima, que no se haya aprovechado la época decembrina para presentarle al público jalisciense una función que merecía desde la butaca -con todas las medidas sanitarias, como las de los antros o las del estadio Akron- o desde su sofá en casa para ver El Cascanueces, un clásico de fin de año que tanta esperanza y fantasía provee tanto en el texto, que recomiendo como lectura y como obra escénica para chicos y para grandes. Una pena insisto, que a la Secretaría de Cultura no le interese ni el Ballet como disciplina ni su Compañía, ni el presupuesto que debería de ejercer y mucho menos el rezago que está dejando en su administración en materia de esta Bella Arte.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina