Martes, 22 de Octubre 2024

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Un cielo de lunares

Por: Dolores Tapia

Un cielo de lunares

Un cielo de lunares

Ha muerto un icono de la danza. Hilda Prats era desde hace años, toda una institución flamenca no solamente en Jalisco, también a nivel nacional y más allá de fronteras. (¡Cuántos maestros flamencos no conocí en Madrid que la tenían a ella como refencia!).

Hilda dirigió por más de 30 años la escuela de Danza Las Cabales, misma que fundó su tía Lila Barzee. Yo las conocí a las dos, pero fui alumna de Hilda por ello, discúlpenme, mis palabras están llenas de un luto profundo, de enorme admiración y agradecimiento.

Conocí a Hilda hace casi veinte años.  Luego de estudiar teatro y danza contemporánea, mi amigo y titiritero Fernando Llerandi (q.e.p.d.) me instó -quizá por su amor a Gades- a que buscara en las honduras del flamenco algún código que pudiera alimentarme. Para entonces mis viajes a España ya eran frecuentes y había visto la presentación de Las Cabales con la Filarmónica de Jalisco en vivo en el Teatro Degollado.

Con eso (y juventud) en mi corazón llegué a Las Cabales -ubicadas en Justo Sierra-, conocí a una Hilda profundamente exigente, conocedora de la técnica, de España, del flamenco, a veces risueña, a veces estoica, a veces leyenda para muchas de mis contemporáneas quienes habían tenido su primer contacto con la danza a los 5 años de edad.  Yo estupefacta sentía que llegaba tarde, hoy sé -gracias a Bety Lugo, mamá de la maravillosa Karen Lugo (ambas cabales de cepa)- que llegue: “En el momento perfecto”.

Yo era una creadora escénica en formación y trabajaba como reportera de este diario. Hilda Prats de manera personal contribuyó con todo lo que estuvo en sus manos para que yo nunca dejara la danza, pese a mis horarios, pese a mi carga laboral, mis tristezas, mis pa dónde, pese a mi eterna multipista. Es más, alentaba mis experimentos creativos, cuestionaba también algunas cosas y se subía a la maroma de la gestión buscando el cómo sí yo pudiera continuar el camino… Sé que esa generosidad permeó a otras alumnas, era su forma de andar por el mundo.

A partir de esos mis veintitantos años (y en toda una década) hice de Las Cabales… mi casa. En un momento además donde el sentido de pertenencia -para alguien que no vivía con su familia- era medular.  

Hilda fue mi maestra y mentora. Y en Las Cabales hoy tengo a mis amigas, a mi comadre Triana -su hija- quien asume la dirección de la escuela. Hilda nos deja la danza para honrarla, el impacto de su energía en nuestro corazón  y estos profundos lazos que nos vinculan, nos hacen familia.

La comunidad dancística siente su partida. Sus alumnas la perdimos a ella. Nos queda pues la danza que la nombra, pa’homenajearla acá… donde nos deja todo lo que nos dió.

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