Si algo tenemos que reconocer de la pasada elección, es que la democracia fue la principal ganadora. El próximo Presidente iniciará su sexenio con alta legitimidad, pues según el INE se logró una cifra récord de participación ciudadana en las urnas (más de 54 millones de mexicanos ejercieron su derecho al voto). El ánimo social cambió completamente. La ciudadanía se percibe esperanzada y con expectativas frente a un Gobierno que promete acabar con las prácticas que tanto hartazgo nos ocasionaron: no más casas blancas. No más Duartes. No más quimioterapias con agua. O al menos eso esperamos.En el tema referente a la equidad de género, vale la pena destacar que esta elección destaca por la inclusión nunca antes vista de más de 41 mil candidatas, es decir, 50% de aspirantes a un puesto público. El gabinete de Andrés Manuel López Obrador promete espacios para ocho mujeres en posiciones claves del Gobierno, como la Secretaría de Gobernación, Desarrollo Social o Economía. Las Cámaras de diputados y senadores aseguran que los puestos se han distribuido “equitativamente”. La reforma electoral que obligó a los partidos políticos a postular mujeres propició que, de 125 ayuntamientos de Jalisco, 31 alcaldías fueran para presidentas municipales.Pareciera que las voces de las mujeres comienzan a ganar el terreno que tradicionalmente les fue negado, pero la realidad dista de ser tan alentadora. Por ejemplo, la violencia política que aún no se encuentra tipificada como un delito. Mientras más mujeres llegan a los puestos de toma de decisiones, aparecen más amenazas, más casos en los que se les dificulta hacer su trabajo (como no convocarlas a las reuniones o quitarles las herramientas necesarias para desempeñar su labor), el acoso sexual, entre otros. Es difícil señalar la discriminación a la que se enfrenta el sexo femenino, debido a la dificultad para comprobarla.El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw) señaló que en México carecemos de registros sobre los índices de violencia que sufren las mujeres y las penas establecidas. Es decir, la cultura machista está tan interiorizada que existe una seria dificultad para identificar, denunciar con protocolos adecuados y por supuesto, impartir justicia.Encima, seguimos rezagadas en temas de empleo. La tasa de participación económica de las mujeres es apenas de 43%. El 55% de las mujeres en México no estudia ni trabajan. De las mujeres que sí trabajan, más de la mitad se mantiene en la informalidad a causa de la falta de oportunidades. Y ni hablar de la violencia que existe en cada uno de los espacios relacionados con las mujeres.Los discursos relacionados con la equidad de género son atractivos y venden bien, pero necesitaremos políticos dispuestos a pasar de la palabra a la acción. Las mujeres seguimos en un atraso inaceptable que no puede esperar más.