En la primera visita oficial ya como presidenta electa a Palacio Nacional para entrevistarse con López Obrador, ese efusivo beso en la mejilla, con los brazos envolviendo a Claudia con un frenesí indescriptible y la manera como la abrazó para caminar al interior del palacete -al estilo de grandes “cuataches”-, con el brazo al hombro y con firmeza, y ella llevándolo de la cintura de mano a suave, lo dice todo. Fueron unos segundos solamente lo que se mostraron ante los medios de comunicación antes de llevar a cabo “la cumbre de poderes”, que nos dejan “volar la imaginación” y nos dan señales muy contundentes que en el “manoseado” tema de las reformas -sobre todo al Poder Judicial- sólo hay una verdad, que ni Claudia se va a oponer a que sigan el curso de que el inquilino de Palacio ha marcado y que tampoco, a pesar de la faramalla de ofrecer “análisis” y de “escuchar” a muchos sectores de la sociedad las “órdenes” de quien aún manda continuará prevaleciendo.Claudia había ofrecido a los inversionistas que “no tienen de qué preocuparse” sobre la reforma a la ley en cuestión, aunque aclaró que lo que se pretende “es un sistema de justicia que funcione en todos los sentidos”, y una reforma al Poder Judicial “finalmente va a construir un mejor sistema de justicia para nuestro país”. Como quien dice, va porque va y a como dé lugar.Y a pesar de mesura disfrazada de Claudia, el Presidente -su protector- “no se anduvo por las ramas” y un día después de la “cumbre” a pesar del discurso, López Obrador dijo que “yo quiero cumplir con mi responsabilidad y en el mes de Patria podría hacerse la reforma “ al Poder Judicial.El abrazo fraterno y la declaración presidencial lo dicen y lo ratifican: Para septiembre, con el Congreso prácticamente calificado y la disposición de Palacio por delante de un supuesto deseo en contra de la presidenta electa, el capricho se impondrá en lugar del sentido común que garantiza una democracia.¿Usted, qué opina?