En el horizonte del próximo año se dibuja una preocupante escalada militar que resuena en cada rincón del planeta, con dos conflictos cruciales desencadenándose en Europa y el Medio Oriente. En Ucrania, la maquinaria bélica rusa crece de manera incesante, mientras que en la asolada franja de Gaza y Yemen, las detonaciones de bombas riegan la violencia. Este cuadro de creciente hostilidad militar no sólo impacta la esfera política, sino que ejerce una presión ineludible sobre los titanes económicos y tecnológicos, quienes se ven obligados a tomar decisiones cruciales para resguardar las intrincadas cadenas de suministro, producción y distribución a nivel global.En esta agitación geopolítica, emergen oportunidades estratégicas para aquellos capaces de anticiparse y adaptarse. México, gracias a su posición geográfica privilegiada, surge como un faro de estabilidad en medio de la tormenta. La reorganización acelerada de las cadenas de producción se erige como una necesidad, y México se posiciona como un destino seguro para las inversiones materiales, no sólo para la región norteamericana, sino también para una China en busca de alternativas ante las sanciones impuestas por Estados Unidos.Lo curioso radica en que, paradójicamente, la turbulencia generada por los conflictos armados ha insuflado vitalidad a la economía mexicana, transformándola en un punto logístico estratégico. Ejemplos tangibles son el florecimiento de marcas de automóviles chinos que ahora encuentran terreno fértil en el país y las inversiones anunciadas para producir localmente. Este fenómeno es sólo la manifestación superficial de un cambio más profundo, augurando un crecimiento significativo en la actividad industrial enfocada en la exportación.El panorama geoestratégico para México, en este contexto, se presenta sumamente prometedor. Los actores globales, con una visión que trasciende lo coyuntural, reconocen este momento como único en generaciones. Nos hallamos en un punto de inflexión, donde las perspectivas macroeconómicas proyectan un descenso de la inflación, un tipo de cambio sólido con el dólar, un crecimiento del producto interno bruto superior a 3%, y la consolidación de mecanismos de ayuda social como catalizadores de la demanda.En medio de esta ola de crecimiento y estabilidad económica sin precedentes, México se prepara para un proceso político trascendental: la elección del próximo Presidente de la República. Aunque la atención se centra en los asuntos locales y la coyuntura electoral, es imperativo tener en cuenta la influencia directa de los conflictos internacionales en nuestro futuro inmediato. Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, también está inmerso en procesos electorales internos que afectarán directamente nuestra relación bilateral.A pesar de que hasta el momento la economía estadounidense ha mantenido un ritmo de crecimiento constante, las turbulencias geopolíticas podrían alterar la perspectiva hacia el cierre del año. Con nuevos líderes en México y Estados Unidos para noviembre, se vislumbra un periodo de agitación en medio de crecimiento y estabilidad.El año próximo se revela como crucial, ya que los efectos de los conflictos podrían tanto fortalecer como detener el flujo de capitales hacia México. En medio de la incertidumbre, adoptar posiciones estratégicas y mantener una actitud optimista son imperativos. En este contexto complejo, México tiene la oportunidad de consolidarse como un actor clave en el escenario global, capitalizando las oportunidades que surgen de la turbulencia internacional. En la encrucijada de desafíos y promesas, nuestro país puede forjar su destino en el tablero geopolítico con sabiduría y visión de futuro.luisernestosalomon@gmail.com
