Viernes, 15 de Noviembre 2024

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Trump y el fascismo en ciernes

Por: Rubén Martín

Trump y el fascismo en ciernes

Trump y el fascismo en ciernes

Escribo esta columna justo después del cierre de la mayoría de los colegios electorales en Estados Unidos, ayer en la elección del siguiente presidente o presidenta de Estados Unidos. Escribo sin que se sepa aún quién será el o la próxima inquilina de la Casa Blanca. A pesar de que es considerada una de las democracias más antiguas y consolidadas del mundo, en realidad el sistema electoral estadounidense es parte de un anquilosado sistema político diseñado a fines del siglo XVIII que impide que sea el voto popular el que elija quien será el presidente de esa nación, sino un Colegio Electoral de 58 notables, y cuyo sistema puede retrasar conocer el resultado.

Pero más allá del resultado de la elección, hay en sí mismo un signo de preocupación y alarma en esta elección por la presidencia de Estados Unidos: el que un candidato multimillonario, quien ha sido sentenciado por la comisión de varios delitos, siga en la contienda, y que además tenga el respaldo y voto duro de entre 46 por ciento y 47 por ciento del electorado pese a ser sentenciado y pese a sus comportamientos sexistas y racistas habituales. 

El tema de preocupación es por qué Trump sigue teniendo tantos seguidores y qué significa realmente el trumpismo como movimiento no sólo electoral, sino político y sociológico. La revista Viento Sur publicó hace un semana artículos de dos profesores estadounidenses y una historiadora francesa que reflexionan sobre este fenómeno, y los tres en torno a si el trumpismo es un movimiento fascista (https://cutt.ly/ieGJ5ZxD). Paul Le Blanc (historiador estadounidense de la Universidad La Roche en Pittsburgh) considera que se utiliza el término fascista con mucha facilidad y regularmente para descalificar al adversario. Sostiene que el trumpismo no es comprable, todavía, con los movimientos que llevaron al poder a Benito Mussolini y a Adolfo Hitler. Pero que sin duda es un movimiento “cuasi-fascista”. “El prefijo cuasi significa parecerse y tener ciertas características, pero no todas. El término cuasi-fascismo, en el contexto actual, puede entenderse como fascismo en ciernes”. Eso es el trumpismo.

La historiadora francesa Sylvie Laurent cita, a su vez al filósofo Alberto Toscano, quien señala que “la mezcla trumpiana de capitalismo autoritario y aplastamiento de las luchas sociales por la mística racial de la nación elegida en guerra existencial es un innegable rasgo fascista”. Ante lo que consideran la “decadencia de la nación” americana, Trump propone a sus seguidores, y estos lo aplauden, un programa de purga nacional, que consiste en la deportación masiva de 15 a 20 millones de inmigrantes ilegales y la represión política dura a sus “enemigos interiores”: “Tenemos entre nosotros gente nociva, enfermos, locos radicales de izquierda... habrá que ocuparse de ellos, si es necesario, con la Guardia Nacional, o por qué no, con el Ejército”, declaró recientemente Trump. 

La base social de este trumpismo es la amalgama de conservadores, de grupos de derecha radical, de clase trabajadora blanca irritada por la pérdida de empleos y pérdida adquisitiva del salario, así como el temor a lo que han llamado la “teoría del reemplazo”, es decir el escenario de que los blancos se conviertan en un futuro cercano en minorías frente a otros grupos raciales. Dice Lance Selfa (columnista de la revista de izquierdas Jacobin y autor de libros sobre política estadounidense): “El punto estructural es que hay un gran bloque conservador que representa alrededor del 46-47 por ciento del electorado que apoya a Trump pase lo que pase. La mitad de estas personas son conservadoras religiosas cristianas. Aquí es donde se reúnen la mayoría de las personas que apoyan la política conservadora, que son reacias al cambio social y similares”. 

Toda esta composición del trumpismo no va a desaparecer de la política de Estados Unidos, gane o pierda Trump, pues en el fondo este es el personaje que apoya un bloque conservador que defiende el capitalismo salvaje. El principal objetivo, dice un proyecto de la Heritage Foundation, consiste en “imponer un régimen autoritario centralizado que aplique una amplia gama de políticas de derechas”, escribe Le Blanc. Claro que importa si gana o no el multimillonario de pelo amarillo, pero en el fondo conviene recordar que Trump no es la enfermedad, sino el síntoma y la enfermedad seguirá después de estas elecciones. Y con ello, el fascismo en ciernes.

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