Necesidad, ignorancia y temeridad pueden resultar una combinación de alto riesgo. Es impresionante la cantidad de personas reintegrándose a sus actividades sin atender las indicaciones de los encargados de la salud, pues, si recorremos las calles de nuestra ciudad, notaremos la muy extendida idea de ya haber superado la pandemia: el uso del tapabocas parece ser, más que un elemento preventivo, una moda, y el desenfado con el que actúan nuestros paisanos refleja un estado de ánimo lejano a la gravedad del problema aún vigente.En la edición de EL INFORMADOR, correspondiente al viernes 26, se publica que la Mesa de Reactivación Económica acordó la reapertura de cines, teatros, albercas y canchas deportivas privadas para el día de hoy. Si bien se habrán tomado las prevenciones necesarias, la Universidad de Guadalajara, según explica su rector General, Ricardo Villanueva, se sumará una vez que la pandemia esté controlada, y ciertamente parece razonable: la infraestructura del sistema educativo está diseñada para clases presenciales, por lo que es inevitable el hacinamiento y el riesgo de contagio, además, deben disponer de información veraz y oportuna para actuar en los términos decididos.Es claro, a todos nos ha afectado la cuarentena extendida y necesitamos oxigenarnos, compartir con nuestros seres queridos tiempo y actividades, besarnos, abrazarnos, decir “te quiero”… Pero el problema es que hoy la realidad se ha modificado, aceptémoslo, no volveremos a vivir como antes y el obligado cambio exige un nivel de conciencia individual que condicionan tres factores: necesidad, ignorancia y temeridad.Somos una sociedad de bajos ingresos, inculta, desinformada, atávica y refractaria al cambio en su mayoría. El nivel de escolaridad predominante y la formación para el trabajo son, por decir lo menos, insatisfactorios. También persisten comportamientos dañinos para la convivencia como el machismo y la temeridad. Los índices de violencia intrafamiliar se han disparado y el valor por la vida reflejado en la autoestima es muy bajo, “yo me muero donde quiera”. El reto es enorme, pues se trata de temas estructurales: nuestra cultura, a diferencia de otras, no se distingue por la capacidad para prever y tenemos un gen recesivo que nos hace ciertamente indisciplinados, rebeldes y, en no pocos casos, atrabiliarios. ¿Por qué países como Japón, Alemania, Singapur y Nueva Zelanda, entre otros, han tenido éxito en su lucha contra la pandemia? La respuesta es sencilla: son disciplinados, tienen hábitos de higiene muy arraigados y, sobre todo, confianza en sus autoridades.Se deben reactivar las actividades económicas, es inevitable; si la rueda de la economía gira, se genera y distribuye riqueza, pero si se detiene, el fantasma de la pobreza se extenderá sobre la población. No hay alternativa, hay que hacerlo con todos los cuidados, y eso exige a cada uno de nosotros asumir nuestra responsabilidad e inculcar a nuestros niños y jóvenes nuevos hábitos. Necesitamos dejar de hacer las cosas “como siempre” y reaprender. Sin duda, es fundamental dejar los atavismos que forman parte de nosotros y modificar nuestros comportamientos para desarrollar una mentalidad adaptativa.