Tres personajes pueden definir el futuro global y por ende definir mucho de nuestro país: los presidentes de Estados Unidos, China y Rusia. Tiempos de definiciones se aproximan. Mientras aquí iniciaremos el año en el proceso electoral que nos conducirá a una campaña que culminará con las elecciones del mes de junio, en medio de lo que parece un proceso de pocas sorpresas, aunque seguramente tendremos la tradicional estridencia política propia de las disputas políticas que tratan de establecer narrativas más propias de los espectáculos que de la reflexión democrática. A pesar de todo, la estabilidad política de México se mantiene a pesar de la retórica polarizante encaminada a influenciar a la opinión pública. Ese es quizá el mayor activo con el que cuenta el país de cara a la otra parte del panorama en el que las nubes de tormenta se agitan en el horizonte. En el ámbito externo, estos personajes son actores de una guerra de fricción intensa en Ucrania y de otra que se desarrolla en Medio Oriente, en donde Israel trata de eliminar lo que considera su principal amenaza, pero que agita peligrosamente la violencia en la región. En los meses siguientes estos conflictos amenazan con desestabilizar el ya precario orden en una amplia región que va desde Rusia en el Norte hasta los países árabes en el Sur, pasando por las fronteras de Europa y afectando al Norte África. Las guerras serán sin duda protagonistas del proceso electoral en los Estados Unidos que culminará con la elección del nuevo Presidente en noviembre próximo. Y no sólo las actuales sino que en Asia se incrementan con la acción imparable de China que suma aliados en su afán hegemónico en la región en la que el conflicto con Taiwán se mantiene latente. Todos estos frentes de tensión militar y geopolítica afectarán a México de una u otra forma: por su impacto económico en los precios, las cadenas de suministro, la re-localización de plantas industriales, como por los efectos financieros que pueden provocar los desajustes en la economía global. Los ejes de esta tensión están definidos entre Rusia, que ha desafiado al orden producto de la paz posterior a la segunda guerra mundial, Estados Unidos que defiende su hegemonía ante el ascenso de China como contendiente comercial, militar y financiero de las naciones de Occidente. Tres hombres en este momento son la clave de las decisiones: Joe Biden, Vladimir Putin y Xi Jinping. Los dos últimos decididos a permanecer en el poder por muchos años más, mientras que Biden tendría que vencer la amenaza de Trump para seguir otros cuatro años. Visto de otra forma, las potencias autocráticas tienen la ventaja de la certidumbre en la conducción política, y seguramente estarían esperando que Trump ganara la elección para intentar plantear un nuevo orden internacional. Con esa apuesta se podría suponer que Ucrania podría verse obligada a ceder ante las fuerzas rusas con menos respaldo de la Otan, y que el conflicto en medio Oriente se enfoque a una salida negociada, y que el cerco a Taiwán se estreche por parte de China. Pero también cabe que se produzca la sorpresa de que el nacionalismo estadounidense se radicalice y que las tensiones crezcan en todos los frentes. En ese sentido Trump parece impredecible, y por tanto peligroso, porque sentado a la mesa con Putin y Jiping cualquier cosa puede suceder: desde el acercamiento estratégico para negociar hasta la confrontación. En caso de que Biden ganara la elección es claro que los conflictos se encaminan más diplomáticamente. Cualquiera que sea el resultado de la elección en Estados Unidos, la tensión provocará presiones para que México tenga un desempeño más colaborativo en materia de seguridad nacional, migración y combate al crimen con los Estados Unidos, a cambio de profundizar la interdependencia económica. El 2024 agitará mucho más las amenazas externas que los riesgos provocados por las elecciones de junio. Bien se haría si el Gobierno y el Senado se preparan para afrontar escenarios mucho más complejos de los que se han enfrentado hasta ahora. Para dentro de un año tres hombres clave podrían cambiar el orden y recomponer o descomponer el horizonte. luisernestosalomon@gmail.com