Todo indica que la captura en Tlajomulco de Antonio Oseguera Cervantes, alias “Tony Montana” y hermano de “El Mencho”, se realizó de forma precipitada, riesgosa y sin una investigación criminal sólida. Es producto en realidad de una respuesta del Ejército a una afrenta contra uno de los suyos. El alto perfil del capo es innegable. Cuando los bloqueos de mayo de 2015, en donde criminales derribaron un helicóptero en el Sur de Jalisco, entre los objetivos de captura estaba “Tony Montana”. Por eso ayer generó zozobra entre las corporaciones policiales una eventual reacción violenta del cártel en la ciudad. La Sedena lo ubicó como un operador logístico y brutal del Cártel Nueva Generación. Se encargaba del blanqueo de capital y las estrategias de tráfico internacional de enervantes, pero también coordinaba las acciones violentas contra grupos antagónicos. Algunos medios lo refieren como el encargado de construir los llamados “monstruos” o tanques con blindaje artesanal del cártel. Y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo fichó desde 2016 como un delincuente dedicado al lavado y tráfico de enervantes. “Tony Montana” tenía su centro de operación en una casa en Tlajomulco, en donde fue detenido. Allí se resguardaba y coordinaba todas las vendettas y negocios ilícitos del grupo criminal de su hermano. Sin embargo, esta no es la primera vez que lo detiene el Ejército. En diciembre de 2015 fue arrestado también en Tlajomulco. En ese entonces, Enrique Galindo, comisionado de la Policía Federal, destacó el debilitamiento del Cártel Nueva Generación: “Poco a poco hemos minado la estructura de esa organización, sin decir que hemos ganado todavía”, declaró en tono triunfal. En ese entonces, el comisionado señaló que el capo se encargaba de infiltrar órganos gubernamentales para alertar de operativos de captura.Sin embargo, como ocurre con la mayoría de capos, “Tony Montana” quedó libre poco después por violaciones al debido proceso. Y regresó al mismo lugar. Su nueva captura se da en un contexto insoslayable: la desaparición del coronel José Isidro Grimaldo el sábado 10 de diciembre en Jalisco. El militar vacacionaba cuando un comando del Cártel Nueva Generación lo interceptó. La Sedena señaló a un tal “CR”. Por eso el operativo de captura de “Tony Montana” se entendería como una respuesta de la Sedena a la privación ilegal del coronel, aún desaparecido y buscado por los tres niveles de gobierno. El comunicado de la Sedena denota la precipitación en la captura. El documento refiere que tras localizar al objetivo, se ejecutó una “orden técnica de investigación”. Nótese que no se trató de una orden de captura, lo que implicaría un expediente para imputar a un presunto culpable, sino de una “verificación” in situ de un posible acto criminal. Líneas más abajo, la Sedena refiere que tras arribar el personal del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional, “lograron detener en flagrancia delictiva de Antonio N, asegurándole seis armas cortas, un arma larga, un paquete con posible cocaína, dos vehículos y nueve cargadores”. Esa “flagrancia” significa que el expediente inicial contra el capo se basa en la portación ilegal de armas y menos de dos kilos de droga. Una acusación endeble que en anteriores ocasiones, ante la falta de indagatorias criminales sólidas, caen por su propio peso. En resumen, lo que hay detrás no es una estrategia contra un grupo delincuencial sino una represalia del Ejército porque el cártel se metió con uno de los suyos. jonathan.lomelí@informador.com.mx