Estos Juegos Olímpicos no dejan de sorprenderme ni de darnos lecciones. Días atrás el enfrentamiento entre la boxeadora argelina Imane Khelif y la italiana Angela Carini se colocó en el ojo público y abrió un debate internacional debido a la condición genética de hiperandrogenismo que la argelina posee, pues al tener un nivel más alto de testosterona que sus compañeras de la rama femenil pondría en desventaja a las otras competidoras. Todo surgió luego del brevísimo enfrentamiento de 46 segundos entre la italiana y la argelina. Las redes sociales se incendiaron con un discurso equivocado sobre Khelif calificándola como una mujer transgénero. Las reacciones vinieron de todas partes; los que reprobaron que el Comité Olímpico Internacional (COI) permitiera que hombres compitieran contra mujeres, los que salieron a explicar la condición clínica de la argelina, los que defendieron la identidad de género de Imane y finalmente los que después del debate simplemente rescataron la tolerancia y el derecho de la boxeadora a seguir compitiendo, colocándola como un ejemplo de superación luego de sobrevivir al bullying que ha vivido toda su vida por los rasgos masculinos que posee. Leyendo entre líneas se podía considerar que sí, Khelif tiene una ventaja física; sin embargo, la argelina al igual que la taiwanesa Lin Yu-Ting (categoría de 57 kilos) que tiene la misma condición genética, son competidoras aprobadas por el COI, que se rige por lineamientos distintos a los de la Asociación Internacional de Boxeo (IBA), y las delegaciones lo sabían. El debate no surgió antes del encuentro, surgió después de que Carini parara la pelea. Tampoco hubo manifestaciones luego del enfrentamiento días después contra la húngara Anna Luca Hamori que llevó hasta el final los asaltos y la decisión se tomó en las tarjetas de los jueces 5:0 a favor de la argelina.Khelif no es nueva en competencias olímpicas y su hiperandrogenismo no le ha valido para permanecer invicta, otras boxeadoras sin la condición genética que ella posee la han derrotado en otros encuentros, tal es el caso del enfrentamiento con la irlandesa Kellie Harrington que la eliminó en la primera ronda en los anteriores juegos olímpicos y ya ganó una medalla de oro en París. Teniendo esto en consideración ¿no es posible pensar que Imane se superó a sí misma desde su participación en Tokio?Para los detractores de Khelif, valdría la pena considerar contra quiénes ha peleado la argelina y darse cuenta que de sus 50 enfrentamientos deportivos ha perdido casi el 25% de ellos. No es infalible. ¿Alguien cuestionó la identidad y fuerza de las mujeres contra las que perdió? No, nadie. Pero si gana una justa olímpica -y no porque la ganara ella sino porque Carini decidió retirarse- se convierte en tema viral. ¿Alguien se preguntó qué tuvo Anna Luca Hamori para llegar hasta el final de los rounds que Angela Carini no? No, nadie.¿Alguien se preguntó qué tenía la tailandesa Janjaem Suwannapheng que ayer enfrentó a Imane y también sobrellevó los asaltos con la argelina? No, tampoco. En principio, la argelina tiene asegurada la medalla de plata, pero si fuera el oro el que colgara de su cuello ¿también lo desacreditarían? La historia ha cambiado mucho para Imane en los últimos días. Se ha convertido en un símbolo para su país y ahora es una de las figuras más asediadas por la prensa. Independientemente del resultado final, la pugilista ya ganó algo superior a una medalla dorada: abrir un debate internacional sobre la identidad de género, la tolerancia y la ignorancia de aquellos que se lanzan a criticar sin argumentos, pero sobre todo entender mejor a quienes padecen su condición genética. Quizá lo sucedido sirva para revisar a detalle los lineamientos para aprobar o no a una competidora; quizá lo sucedido sirva para entender mejor a la población que presenta hiperandrogenismo y que afecta entre el cinco y el 10% de las mujeres en el mundo y que también sufre discriminación; quizá necesitábamos otra manera de entender la tolerancia y la resiliencia. Quizá estos Juegos Olímpicos nos hagan observar con otros ojos a los atletas y aprendamos una lección más profunda que la que nos dan luego de obtener una medalla y subir al podio.