No es el PRI ni “Alito” Moreno comportándose como un camaleón redondo, cuadrado o triangular según los intereses en turno. Es la clase política. “Alito” también es el PAN, el PRD, Morena, MC y el Verde… Cualquier político de esas filas, qué importa el color, podría mostrar la misma falta de congruencia de ser necesario. Esa es nuestra auténtica tragedia, que la clase política en México, en el fondo, parece confesar: “Todos somos ‘Alito’”. El cambio de discurso del dirigente nacional del PRI sobre la Guardia Nacional debería exhibirse en algún Museo de Historia Natural: es una obra de arte de la naturaleza cínica. Hace 10 días, “Alito” lanzaba consignas vehementes contra la militarización del país: “Las tareas de seguridad pública se deben ejercer por una institución CIVIL”. Ahora se dice a favor de la iniciativa que promueve su peón, la diputada Yolanda de la Torre, para que los militares realicen tareas de seguridad pública hasta 2029. Con una imposible pirueta verbal, “Alito” jura que sigue en contra de la militarización, pero a favor de los militares en las calles. La vehemencia dio paso a la demencia amnésica. Decía el líder cenecista en Jalisco Chema Sotelo: “Si el PRI postula como candidato a un olote, votamos por el olote”. El tricolor abraza su naturaleza jurásica reflejada en su disciplina partidista: subordinación y jerarquía, más que deliberación y libertad de elección. Todos los diputados tricolores se adhirieron al nuevo discurso del líder. En la política mexicana, eso es visto como una virtud. Ese ADN, herencia del partidazo, se replica “virtuosamente” en otras agrupaciones políticas: Morena y el tótem presidencial, cacique Alfaro y Movimiento Ciudadano. El último peldaño de la evolución partidista es la rendición incondicional al líder. Pero “Alito” no es sólo un individuo que traiciona sus principios. Su existencia obedece a un sistema del cual forma parte como engranaje y pieza funcional del aparato político. Su cambio de postura responde a las presiones presidenciales, a los audios que desnudan su flaqueza moral y sus corruptelas. Lo hincaron desde el poder. Y para que eso suceda, hay que tener cola que te pisen. En la fase previa a votar la reforma sobre la Guardia Nacional enviada por el Presidente, quedará grabada la impronta de ese susurro de Adán Augusto López, secretario de Gobernación, en el oído de “Alito”: mañana en la batalla piensa en mí, parece decirle. La fractura de la alianza “Iba por México” sacude las placas tectónicas a favor de la Cuarta Transformación. Ahora más que nunca, con los votos del PRI, Morena podría impulsar la última reforma pendiente del Presidente: la reforma electoral. Al fin y al cabo, la moral es un árbol que da moras y los votos necesarios siempre que se sacuda con la fuerza suficiente.