Desde el principio quedó claro que no todos entenderían la misión. Es normal… después de lustros de abuso, deshonestidad y pecados, los pueblos están lejos de tener hombres probos y mujeres limpias. Hay que sacudir una a una las conciencias, con entereza y sin prisa, pues el terremoto que provocó la llegada del Nuevo Hombre -nuestro guía- no es sino apenas el primer instante de lo que queremos sea eternidad. Su obra será tangible, ya verán, pero para eso hay que desgranar el tiempo, mucho tiempo. Al menos todo el que les tomó a sus enemigos la construcción de este reino perverso. Mientras tanto, tengamos fe, como la tuvimos en su llegada, como la tuvimos en que el Mal no podría reinar por siempre, ni en Los Pinos ni en las almas ni en la historia.Tengamos fe, porque la historia está pariendo nuevos horizontes, estamos en una metamorfosis ética, una transformación que implica grandes sacrificios. ¿Hacemos daño? ¿Invitamos a reinar a los amos de antes? ¿Perdonamos a los ladrones? No… eso es un mal entendido, uno de tantos. Es percibido así por quienes no entienden el tiempo en siglos ni las dificultades para sacar al Mal de todos los palacios, los espacios y los corazones. Tienen prisa y desconfianza. ¡Si tan sólo supieran! Si supieran cuánto dolor nos causa contrariar nuestros postulados, violar nuestros mandamientos para airear el mundo y limpiar las casas y podarlo todo para sembrar lo bueno. Para estar a la altura hemos sacrificado nuestras banderas sobre igualdad, sobre honestidad, sobre libertad y eso duele, pero hoy se nos pide fuerza y voluntad. Para traer misericordia hay que ser inmisericordes. Es verdad que a veces nos sorprenden los métodos de nuestro guía. A veces también dudamos, ¿quién no?, cuando destruye caminos y retrocede. Pero estamos aprendiendo a no dudar, a encontrarle explicaciones a sus misteriosos designios, a entender que la destrucción no es tal, sino purificación. Más vale no tener ni senderos ni pistas a seguir cautivos de las obras del Mal. A veces hay que infligir dolor, despojar de bienes y regresar a las ideas más antiguas para que se entienda el infierno en que nos hundieron, para abrir los ojos a los más descreídos.Y no, no es cierto que queremos ser una nueva casta. Ese es otro mal entendido. Queremos que Él cumpla con su destino. ¿Cómo lo vamos a lograr si no usamos los símbolos de los que reinaron antes con terror y abusos? ¿Cómo vamos a construir un nuevo mundo en el que todos tengan pan nuevo en casa y monedas nuestras en los bolsillos si no arruinamos los molinos de trigo y las acuñadoras de ayer? No podemos permitir que regresen.La ruina es necesaria pero sólo porque no es tal: es una etapa para la siguiente era, esa que no traerá la dicha mal entendida como abundancia sino como comprensión, aceptación, solidaridad, fe y pureza. Por ese día luminoso combato a los enemigos del guía verdadero. Por eso soy apóstol. Porque sin importar lo que veo, yo creo en la transformación.