El ataque a policías y civiles con siete artefactos explosivos sembrados en Tlajomulco es un hecho sin precedentes que muchos han calificado como terrorismo. ¿Pero realmente estamos ante un acto terrorista? Este atentado criminal es distinto a cualquier otro. Por eso trataré de conceptualizar esta tragedia para entender qué pasó la noche del martes en Jalisco. Esta es la versión del Gobierno. Una llamada anónima a una madre buscadora alertó de una fosa clandestina. Los policías acudieron al punto, pero se trató de una trampa. Siete minas terrestres artesanales explotaron y cobraron la vida de tres agentes de la Fiscalía, un policía municipal y dos civiles hasta ayer sin identificar. También hubo 14 lesionados, entre ellos tres menores fuera de peligro. En el lugar encontraron los vestigios de los “cráter” en donde sembraron los explosivos. Enrique Alfaro anunció que debido a que no existen condiciones de seguridad suspendieron las búsquedas de fosas clandestinas de la mano de los colectivos. Sólo este año se han exhumado 221 cuerpos en 12 fosas localizadas principalmente en Tlajomulco. ¿Se trató de un acto terrorista? Primero hay que subrayar que la definición de terrorismo no ha alcanzado un consenso definitivo entre la comunidad internacional. La dificultad radica en que una definición demasiado vaga o demasiado amplia puede tener consecuencias para los derechos humanos. Por eso cada Estado adopta una definición según las particularidades de su territorio y problemática. Sin embargo, es posible extraer al menos tres componentes del terrorismo a partir de tratados y resoluciones de la ONU. Uno. Todas las definiciones coinciden en que el terrorismo son actos criminales para desestabilizar a un Gobierno, generar miedo y provocar muertes de civiles o soldados. Henry Kissinger también lo definió como “ataques indiscriminados contra civiles con el fin de romper el tejido social”. Dos. El terrorismo reivindica objetivos políticos, ideológicos o religiosos. Tres. Todo ataque terrorista busca que un Gobierno o un organismo internacional haga o deje de hacer algo. Su violencia es una medida coercitiva para que actúe o cese de actuar. Lo que ocurrió en Tlajomulco es un acto criminal que busca generar terror en la población y estaba dirigido a civiles y agentes. No obstante, el objetivo del cártel no es político, ideológico o religioso sino económico. Se trata de ganancias, no de política. Sin embargo, la tragedia ocurre en medio de un intenso debate político de cara a la sucesión en el 2024 a nivel local y federal. Hay una duda razonable sobre un posible mensaje político cifrado, pero carecemos de más pruebas. El tercer punto, la coerción criminal sobre el actuar del Estado, hace este caso distinto a cualquier otro. Con este atentado los criminales lograron que el Gobierno de Jalisco y los colectivos detengan la búsqueda y exhumación de fosas clandestinas. El gobernador simplemente reconoció que es incapaz de garantizar medidas seguras para la búsqueda de cuerpos inhumados ilegalmente. El artículo 139 de nuestro Código Penal Federal castiga el delito de terrorismo que define como cualquier acto violento que atente contra “la vida de personas, que produzca alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad o a un particular, u obligar a éste para que tome una determinación”.Según los principios internacionales y nuestro marco legal, sí, lo que ocurrió en Tlajomulco se parece mucho a un acto terrorista. Pero estas líneas son sólo un punto de partida para discutir el tema, no su conclusión.jonathan.lomeli@informador.com.mx