Lunes, 21 de Octubre 2024

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Teocaltiche: el castillo del narco

Por: Isaack de Loza

Teocaltiche: el castillo del narco

Teocaltiche: el castillo del narco

Desde la tragedia de desapariciones en Lagos de Moreno y Encarnación de Díaz, hasta la fingida democracia de Jilotlán de los Dolores, que terminará el trienio con un concejo municipal porque el crimen organizado no permitió la elección en 2021, Jalisco no había vivido una situación tan triste y desafortunada como la que atraviesa Teocaltiche.

Porque si hay un municipio de este Estado que vive una lenta y dolorosa agonía, ése es precisamente “Teocal”, donde viven menos de 39 mil personas, y bajando…

Hoy, sus habitantes se encierran en casa desde temprano. Colocan tantos candados como les sea posible en puertas y ventanas y compran todo lo que necesitan antes de que se oculte el Sol.

Porque ese es el acuerdo tácito de quienes no pueden salir de ahí: la vida en las calles se acaba cuando la luz natural se va. Viven un asumido toque de queda. Y no sólo ahí, prácticamente en toda la Región Altos Norte (una de las más importantes y productivas de Jalisco) el problema es el mismo.

Hasta hace cinco años, Teocaltiche se dedicaba a la cría de ganado, al cultivo de maíz y frijol, a la elaboración de yogurt, quesos y artesanías. Había un intercambio comercial fructífero con localidades vecinas como Mexticacán y Villa Hidalgo, y existía un acuerdo en la elaboración de prendas de vestir con este último.

Pero hoy, la guerra que libran el cártel de Sinaloa (que controla ese municipio) y el de Jalisco acabó con todo. El éxodo inició desde mayo de 2021 y, poco a poco, “Teocal” transmuta hacia un pueblo fantasma.

Cada comunidad y sector de ese sitio han resentido los estragos del narco: comerciantes, distribuidores, tiendas de ropa, de calzado… todos deben pagar una cuota si quieren seguir trabajando. Y desafortunadamente, a muchos no les queda de otra que aceptar.

La red de cámaras de videovigilancia que esta semana fue desarticulada, y que operaba en las narices de la autoridad (o lo que sea que exista en ese municipio), es todavía más elaborada de lo que se nos ha dicho. Los delincuentes han obligado a los ciudadanos a dejar abiertos los equipos que tienen afuera de sus casas para puentearlos con los suyos.

Así, cada calle, avenida y carretera que enlaza a este municipio limítrofe con Aguascalientes y Zacatecas está verdaderamente videovigilada. Y cuando digo verdaderamente, lo es. En las ciudades, las cámaras clandestinas se confunden con las oficiales y se encuentran instaladas en postes, muros y hasta en algunos negocios.

Fuera de ahí, hay cámaras instaladas hasta en los árboles a pie de carretera.

La intervención de los tres niveles de Gobierno es bien vista por los jaliscienses… pero no por todos los que viven en esa localidad. Allí el temor de más enfrentamientos es latente. La dinámica de la gente cambió y esa no es una vida digna para presumirla en cifras.

El último hallazgo en Teocaltiche es increíble: otro de los sitios de operación en los que el cártel elaboraba sus armas estaba oculto en un castillo. ¡En un castillo!

Y el comunicado oficial que se hizo público para informar el desmantelamiento está de no creerse: el convoy de policías, soldados y elementos de la Guardia Nacional patrullaba tranquilamente cuando “avistó” a un individuo que, al ver las patrullas, corrió a “un inmueble”. El inmueble en cuestión es un salón de eventos diseñado como un castillo medieval.

Por supuesto, el sospechoso huyó. Pero la evidencia que dejó tras de sí es otra prueba de que el poder del narco ha ascendido a una escala que rebasó a la autoridad: 40 granadas con adaptaciones para drones, 40 artefactos explosivos artesanales, 10 explosivos incendiarios y 6 cajas de fulminantes (a saber: cartuchos de seguridad para armas semiautomáticas).

En realidad, el crimen organizado tiene todo a su favor: recursos ilimitados, autoridades corrompidas, un territorio bien reconocido y dominado, células dispersas, violencia extrema, falta de cooperación y, sobre todo, un sinnúmero de problemas sociales y económicos subyacentes que permiten sumar gente a sus filas con una facilidad alarmante.

La videovigilancia clandestina es un problema, sí, pero en la contraofensiva de reacción y no de prevención, el Gobierno en todos sus niveles ha permitido que Teocaltiche, y que otros puntos de México que aún no han sido intervenidos, tengan el poder suficiente para poder construir sus propios castillos del narco.

isaac.deloza@informador.com.mx

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