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¿Tendremos una crisis de fin de sexenio?

Por: Enrique Quintana

¿Tendremos una crisis de fin de sexenio?

¿Tendremos una crisis de fin de sexenio?

El mayor desafío del presidente López Obrador será concluir su sexenio sin que se presente una crisis política o financiera.

Tal vez muchos ya no lo recuerden, pero en la historia de México los fines de sexenio traían consigo lo que se llegó a conocer como “crisis sexenales”.

Hagamos un poco de historia.

Hasta el año 2000, el PRI y sus antecesores encabezaron la presidencia de la República desde que en marzo de 1929 Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacional Revolucionario.

En sentido estricto, no existía en México una democracia como hoy la conocemos. Sólo un partido podía, de facto, encabezar la presidencia.

Pero, además, los usos y costumbres de la política mexicana establecieron que el presidente en funciones designaba al candidato presidencial, que sería el siguiente presidente.

Esa designación consideraba tanto las preferencias personales del mandatario como sus intereses y la percepción del entorno político que existía.

La verdadera competencia por la presidencia no ocurría a través de un proceso electoral sino entre los aspirantes del partido en el poder.

Y era una lucha por ganarse la voluntad del presidente.

Entre 1934 y el año 2000, en 11 ocasiones, así se designaron los candidatos del PRI y sus partidos antecesores.

El triunfo de Vicente Fox y la primera alternancia en el poder ejecutivo rompieron este ciclo.

Sin embargo, hoy,  ante el entorno actual en el que Morena tiene una amplia mayoría en las preferencias electorales y los partidos opositores, por lo menos hasta ahora, no representan una amenaza debido a su debilidad, pareciera que la sucesión se va a parecer a lo que ocurría en los viejos tiempos.

Un caso que muchos recuerdan fue el que ocurrió en 1993. La designación de Luis Donaldo Colosio como candidato generó división y desató la furia de Manuel Camacho. El asesinato de Colosio, la rebelión zapatista, y los hechos políticos de aquel año trágico produjeron una división entre el candidato priista triunfante, Ernesto Zedillo, y el presidente Salinas.

La falta de coordinación convirtió en una crisis mayúscula lo que hubiera sido quizás sólo una situación financiera delicada y un freno al crecimiento.

Otras crisis habían ocurrido en el pasado, como en 1968, en 1976, en 1982 y en 1988, casi siempre asociadas al fin del sexenio.

En suma, al término de sus periodos presidenciales, y en el marco de la lucha interna entre los aspirantes a sucederlos, a los presidentes se les fue de las manos la gobernabilidad.

La concentración del poder, las fracturas internas y la pérdida de confianza de los inversionistas, sacudió en diversas ocasiones al país.

Pensamos que la institucionalidad democrática que se construyó en este siglo había desterrado el riesgo de pasar otra vez por esas crisis de fin de sexenio.

Pero hoy, cuando Morena pretende reinstaurar un gobierno en donde sólo el presidente cuenta y en el que él tomará las decisiones respecto a sus sucesor o sucesora, pareciera que nuevamente podrían reaparecer esas terribles crisis que sacudieron al país… con todo y el testamento político que ya nos dijo AMLO que ya tiene.

Esperamos que la clase política haya aprendido la lección. 

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