Por tocar en temporada, por designio divino, por elección de doña Ticha, por alinearse los hoyos negros, por gentileza de nuestros amados gobernantes -en especial el ultra mega popular presidente municipal y futuro todo le que usted quiera- o porque la madre naturaleza así lo decidió de forma gratuita, el hecho es que a pesar de que nos hagan sufrir por la notoria incompetencia de nuestros admirados tribunos, pero esta ciudad es de las pocas que la naturaleza -terriblemente veleidosa como es- nos regala unas primaveras como en muy pocos sitios del mundo se viven, hasta donde el gobierno no puede evitarlas.Y dígame si no le parece una maravilla una caminata por la avenida de la Paz, o lo que de esta ha sobrevivido después de las disposiciones oficiales, entre Federalismo y Tolsa -sí, así, Tolsa, que no Tolsá como muchos quisieran llamarla. Qué esplendor de primaveras floreadas en un glorioso estallido de color, si usted no las ha visto, créame que vale la pena la excursión y más si después usted penetra rumbo al centro para ir a las Nueve esquinas o a Mexicaltzingo, a mortificar esta carne inmunda y pecadora con la desordenada ingesta de lo que ahí se prepara, muy en especial las enchiladas de este último barrio, lo que recomiendo hacer sin soberbia, sin dar instrucciones al posadero, tan sólo gozando lo que le darán.Después y por los rumbos de la glorieta a Colón vaya usted a gozar las rosamoradas, también en flor, y si le cae gordo el genovés, pues láncele una mentada de madre, si se quiere de envidia por no compartir la maravillosa vista que tiene desde ahí; en especial desvíese un par de cuadras para ver en Colomos y Colegio Militar, hay una de estas de rechupete, y a un par de cuadras existen bastantes aguajes para beber y comer, discúlpenme que no dé nombres pero una vez escribí de mis cantinas favoritas, de las que ya han cerrado más de cuatro y por tanto ya no quiero ser ave de mal agüero para mis propios gustos.De allí diríjase a Jorge Álvarez del Castillo -de quien hago un afectuoso recuerdo- y encontrarán, empezando a florear, las jacarandas. Antes había más, frente a la casa donde vivo había cuatro muy grandes y durante este tiempo cada que entrábamos a la cerrada -porque es una calle cerrada- el suelo estaba tapizado de flores y sentía uno lo que debe sentir la imagen de la zapopana de andar sobre un tapete de flores.Dirá usted que qué simple soy y tendrá razón, pero entenderá que mis rumbos actuales son muy limitados, lo que no impide que los siga gozando mientras pueda y que, para mi desgracia, ignore un puño de lugares de nuestra querida ciudad en que estallen floraciones parecidas o mejores, las que espero que gocen como yo trato de gozar y compartir las mías.@enrigue_zuloaga