Extraña expresión, pero con un profundo sentido vital para nuestras relaciones. Saber tolerar es de los más elevados valores que hay que cultivar en nuestras vidas.Es pariente de soportar, reconocer, admitir o dejar pasar lo que no nos gusta, desagrada, incomoda e incluso lo consideramos injusto.Dado que todos somos y pensamos de diferente manera, el saber reconocerlo y no agredir o discriminar es de gran ayuda para mantenernos fuertes y respetuosos con nuestras relaciones.Los intolerantes, a su vez, tienen constantes gestos de malestar, enojo, incomprensión, rechazo, desprecio, crítica y además se llegan a creer que tienen el derecho de hacerlo cuando les viene en gana. Son personas que aplican las normas, reglas y leyes a rajatabla, porque sienten que están haciendo lo correcto y cumpliendo con su deber. Fácilmente son capaces de pasar por encima de la dignidad de una persona, con tal de cumplir con su moral y aplastar a los demás. Sin remordimiento alguno, son capaces de hacer sufrir, a quien desafíe sus criterios y autoridad, porque ningún ser inferior les va a venir a decir lo que se debe hacer, eso no lo van a tolerar.El problema con los intolerantes, es que les brota de su cabeza, el permiso para regañar, castigar, se sienten con el pleno derecho de limitar, corregir y alejar a los que no soportan y llegan a ser violentos.Una familia o sociedad, necesita enseñar y practicar la tolerancia, y por ningún motivo justificar que se fomente. De cierta manera, hay que ser tolerantes con los intolerantes.La historia está llena de episodios y hechos de intolerancia y para dejar huella de lo grave de su práctica, lo mejor es enseñarla, practicando en uno mismo con los seres cercanos y en el entorno en que vivimos. Empieza por ser más tolerante con tus hijos y la pareja. Verás qué delicia es subir tu nivel de cultura y civilidad.