Miércoles, 04 de Diciembre 2024

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Tamaña necedad

Por: Rosa Montero

Tamaña necedad

Tamaña necedad

Cuando tu vecino te suelte eso de que las chicas no valen para las ciencias, háblale de María Blasco, de María Vallet Regí, de Elena García Armada…

Probablemente si preguntas a tu vecino (o a tu vecina: nosotras también hemos sido educadas y deseducadas por la ideología machista) sobre la capacidad científica de las mujeres, te contestará con campante certidumbre que a las chicas se nos dan mal las ciencias. Se trata de un tópico muy extendido; según el informe Pisa de 2015, las niñas se creen menos capaces para alcanzar objetivos que precisen habilidades científicas. Esa inseguridad parece provenir de una presión social estremecedora. En una investigación de 2017 publicada en la revista Science preguntaron a niños y niñas si, cuando les hablaban de una persona muy inteligente, pensaban que era de su propio sexo; pues bien, hasta los cinco años no había diferencias, pero a partir de esa edad las chicas cada vez se desviaban más y priorizaban al varón. Ese íntimo desdén hacia nosotras mismas, esa sensación de ser segundonas es un aprendizaje. Parafraseando a Simone de Beauvoir, la mujer no nace, sino que se hace (y el hombre también, dicho sea de paso). Todo esto contribuye a que haya menos mujeres en la ciencia, sobre todo en las ingenierías informáticas. Lo cual es una paradoja, dado que el padre de la informática es una madre, Ada Lovelace, autora del primer programa de computación a mediados del siglo XIX.

El pasado 7 de marzo moderé una mesa de mujeres científicas en el Congreso de los Diputados para hablar justamente de todo esto. Algunas de las mentes más brillantes de la ciencia española estaban allí y eran mujeres. Como la química María Vallet Regí, que, entre otras cosas, desarrolla nanopartículas capaces de transportar los fármacos con toda precisión a los tejidos enfermos. O como la ingeniera y doctora en robótica Elena García Armada, fundadora de Marsi Bionics, la única empresa del mundo que desarrolla exoesqueletos pediátricos: ha creado el primer exoesqueleto biónico para niños con atrofia muscular. En total eran siete, todas tremendas: Gema Climent (neuropsicóloga), Rosana Rodríguez (matemática), Rocío Vilar Cortabitarte (física)… También estaba Marieta Jiménez, presidenta y directora general de la potente farmacéutica Merck España. “La situación de las mujeres en las empresas depende del CEO (director ejecutivo)”, dijo Marieta con la completa seguridad de quien conoce el tema. Por eso en Merck impera la igualdad. Hace años, un alto cargo de la empresa le anunció a Marieta que ella jamás, pero jamás, jamás, llegaría a un puesto directivo. Sí, en efecto sabe de lo que habla.

La séptima, en fin, era María Blasco, esa genio de la biología molecular que dirige desde 2011 el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y que es una de las autoridades mundiales en un área tan rompedora y fascinante como los telómeros y la telomerasa. Los telómeros son los extremos de los cromosomas y sirven para proteger el material genético; se ha descubierto que, a medida que las células se dividen, los telómeros se acortan y la célula se va deteriorando hasta llegar a morir. Esto es la clave del envejecimiento. En cuanto a la telomerasa, es una enzima que fomenta el crecimiento de los telómeros, pero resulta que sólo actúa durante el desarrollo embrionario y después de nacer se silencia. Salvo en los tumores, que consiguen reactivar la telomerasa: gracias a esa enzima, las células cancerígenas son inmortales. Así que estamos hablando de temas tan esenciales como la prolongación de la vida, la vejez o la posible curación del cáncer.

En todo eso trabaja María, una científica excepcional que fue quien aisló el gen de la telomerasa y demostró la importancia de su función. Y es que la ciencia en España, pese a la trágica falta de presupuesto (como me explicaron hace unos días en el CNIO, desde 2009 ha habido un 40% de recortes en los planes estatales de investigación, ya exiguos en su momento), tiene en su haber logros formidables. Enorgullezcámonos del CNIO, que es el primer centro de investigaciones oncológicas de Europa y el cuarto del mundo. ¡Y lo dirige una mujer! Cuéntaselo a tu vecino cuando te suelte lo de que las chicas no valen para las ciencias. Y sobre todo dile que no repita tamaña necedad a sus hijas. (¿Quieres hacerte amigo del CNIO? Yo me he hecho. Entra en www.cnio.es y apoya a este centro admirable).

© ROSA MONTERO / EDICIONES EL PAÍS, SL. 2019. Todos los derechos reservados.

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