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Sorpresas durante el 8M 2020 en la Ciudad de México

Por: Nimbe Durán

Sorpresas durante el 8M 2020 en la Ciudad de México

Sorpresas durante el 8M 2020 en la Ciudad de México

Quizá no nos encanta aceptarlo, pero es real. En muchas de nosotras había miedo.

Miedo por el motivo mismo que ahí nos convocaba; la escalofriante y cada vez más repetida estadística que indica que todos los días matan a 10 mujeres en México. Ese numero que nos hace dimensionar que son 10 mujeres muertas las que encuentran cada día, pero que son muchas más las desaparecidas.

También teníamos otros miedos. A la reacción de las autoridades locales al coronavirus, a las amenazas que recibimos o leímos en redes sociales que incluso hablaban de grupos organizándose para lanzar ácido sobre las manifestantes.

Y claro, los miedos más “ligeros”… ¿Qué van a decir de mí? Porque el “calladita te ves más bonita” lo tenemos tatuado en el inconsciente y porque hasta hace unas semanas “feminista” era la mala palabra, como lo señala Verónica Raffo.

Esas son solo algunas de las barreras que hubo que vencer para acudir a la convocatoria, esa que nació de las colectivas feministas y tuvo el respaldo abrumador de los grupos de amigas más diversos. Sin embargo, después vino mi sorpresa. Había muchísimas adolescentes y ellas no tenían miedo a la marcha, sabían que ahí estaban a salvo. Ellas tienen miedo diario a desaparecer, a ser violadas, a que un cerdo les eyacule encima en el transporte público, a que su maestro las acose, etc.

Me sentí profundamente inspirada por la determinación de las adolescentes, pero sobre todo, reafirmé que es injusto que vivan con ese miedo diario.

Creo que a todas nos emocionó ver cómo se iba pintando de morado y verde conforme nos acercábamos al Monumento a la Revolución. Veíamos con admiración las pancartas, hasta donde la vista nos daba. Nos brotaron las lágrimas al escuchar los testimonios de los familiares de las víctimas, nos estremecimos ante las primeras consignas y nos emocionamos cuando al fin pudimos caminar unos pasos al grito de “ni una más, ni una más, ni una asesinada más”.

Por unos instantes me separé de mi hija. Ella recuerda ese momento y se sabía cuidada por mi familia elegida, por las amigas que nos acompañaban y por todas las ahí presentes. ¿Qué tenemos que hacer para que nuestras niñas se sientan así de protegidas siempre?

Mientras coreábamos la alerta feminista, llegamos al Caballito, el cual ya estaba intervenido. La reacción de mi hija fue tomarse una foto orgullosa con su madrina, quien ha sido semilla y referente de mucho.

Después, encontramos a un hombre disfrazado de cura, maldiciéndonos a todas, quien huyó tras el canto “hay que abortar, hay que abortar al sistema patriarcal”.

Más tarde, al escuchar vidrios rotos, mi hija me buscaba con la mirada y en ese encuentro, las dos nos dabamos la tranqulidad única que existe entre nosotras.

Aquí empezó la confusión. De repente algunas gritaban “sin violencia” y otras callaban ese grito con la consigna de “quémenlo todo”… yo me quedo con el canto de “tranquila, hermana, esta es tu manada”.

Procuramos alejarnos de donde se escuchaban petardos y de donde veíamos que estaban lanzando gas; ahí nos separamos de varias amigas. Y así, ante una estampida que venía en dirección contraria a la marcha, decidimos no continuar hacia el Zócalo.

Las que nos alejamos, lo hicimos en mayor medida por no arriesgar a las mujeres que nos acompañaban, pero ellas mismas refirieron que ningun petardo, gas, fuego o vidrios rotos produce más miedo que el que sentimos todos los días. En eso coincidimos todas: a lo que ya no tenemos miedo es a alzar la voz.

No vi a una sola de las mujeres que emprendían acción directa, atacar a alguna persona. Incluso, algunas colegas han atestiguado que ellas fungieron de escudo humano para que pudieran seguir avanzando.

¿Qué sigue? Mucho

Para muchas es seguir haciendo lo de todos los días, ahora con más fuerza y con más redes de compañeras talentosas que cada día hacen más allá de lo imposible.

Entender que el cambio tiene que darse en lo institucional, en lo legislativo, en lo político, pero también, en nuestros entornos personales.

La mayoría tuvimos la fortuna de marchar con las mujeres más importantes de nuestras vidas. Doy gracias por cada paso y por cada minuto bajo el sol juntas.

En medio de esta rabia, tristeza y frustración, conocernos, organizarnos, gritar, bailar y llorar juntas ha sido lo más conmovedor.

No todas llevaban un pañuelo verde, pero si estamos unidas porque nos duele lo mismo. Nuestra dinámica finalmente está cambiando. Cuando decimos “si tocas a una, respondemos todas”, lo sentimos en lo más profundo de nuestras entrañas. Crecimos en entornos competitivos y absurdos, pero hoy estamos decididas a romper esos viejos esquemas.

Las mujeres en México regresamos a la exigencia del derecho más básico: que no nos maten. Este es el dolor detrás de la fuerza que ha tomado el movimiento feminista.

Hace un par de años debatíamos sobre si existía o no una cuarta ola del feminismo. Hoy, podemos atestiguar que además se ha gestado un feminismo intergeneracional sin precedentes. Mi lado idealista quiere pensar que esta podría ser la última ola, la que finalmente logre y consolide la tan anhelada igualdad sustantiva.

Siempre he procurado agradecer a las que abrieron camino para que hoy yo goce de los derechos que tengo. Ahora, también debo agradecer a las adolescentes que están simbrándolo todo con absoluta naturalidad. De ahí viene mi renovada energía para contribuir en todo lo que esté en mis manos para que puedan crecer en un México sin miedo.

Para muchas fue su primer marcha… y como han dicho varias: “Bienvenida, te estábamos esperando”.

Concluyo con lo que otras también han dicho: ¡Hicimos historia! Y la seguiremos haciendo.

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