El enfado social tiene un límite, y este ha sido rebasado por quienes se dedican a lucrar al prestar el servicio público de transporte; con justificación o sin ella, desde hace décadas ponen en jaque a las autoridades y sobre todo a la población (cuenten o no con vehículo propio), al dejar de prestar el servicio en busca de que les sea autorizado un aumento de la tarifa —por cierto, “ya pagamos una de las más altas del país”—, por un servicio peligroso y que da pena ajena.De ahí que durante la manifestación de los camioneros paristas (sí, porque además de no prestar el servicio, causaron otro caos en la vialidad del Centro de la ciudad), una mujer no tuvo empacho en gritarles a quienes encabezaban la manifestación: “si no les conviene dedíquense a otra cosa, pero no sigan afectándonos”.Lo que es la sabiduría popular —que casi nunca se equivoca—, en el curso de la semana miles de habitantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara tuvieron que padecer horas de inútil espera y otras tantas molestias, porque un grupo de empresarios del transporte público decidió unilateralmente no cumplir con su compromiso de otorgar el servicio de acuerdo con las reglas establecidas por la ley. Resultado: pérdidas millonarias por llegadas tarde y/o inasistencia de trabajadores; padecimiento psicológico de la sociedad en general; operativo de diversas autoridades para tratar de paliar la necesidad… ¡ah!, y algunos policías municipales que decidieron aprovechar la situación para obtener más recursos para sufragar sus vicios —no creo que lo hayan hecho para cubrir las necesidades a sus hijos— quienes decidieron cobrar por los traslados en las patrullas.Contrario a los abusivos, cientos de ciudadanos se aprestaron a brindar un “aventón” a quienes deambulaban por las calles de la ciudad o bien, esperaban haciendo largas filas en las paradas de autobuses.La prestación del servicio de transporte es responsabilidad del Estado, mismo que desde hace más de medio siglo permitió que permisionarios y otro tipo de empresarios hicieran de las suyas hasta convertirse en el “pulpo camionero” al que otros gobiernos han pretendido cortarle los tentáculos, sin éxito —salvo cuando don Flavio Romero de Velazco gobernó con mano firme—.Es mucha la voracidad de los camioneros, quienes no sólo se niegan a cumplir con la ley y prestan un pésimo servicio, además de peligroso para los usuarios y viandantes en carcachas contaminantes y ruidosas que un día sí, y otro también dejan tirado el pasaje.APUNTEEl Gobierno se ha pasado de prudente y de paciente, a los camioneros paristas les parecen pocos cinco años de oportunidad para regularizarse. Es ahora o nunca, el Gobierno debe de actuar porque además hay líderes de los paristas que hoy son candidatos a puestos de representación, y el populismo es un mal consejero.