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Si no es recesión, ¿qué nombre le pondremos?

Por: Luis Miguel González

Si no es recesión, ¿qué nombre le pondremos?

Si no es recesión, ¿qué nombre le pondremos?

Si no es recesión, entonces ¿qué nombre le pondremos Matarile Rile Ron? Estados Unidos ha encadenado un par de trimestres con crecimiento negativo en el 2022. Fue 1.6% entre enero y marzo y 0.9% entre abril y junio. En casi todo el mundo, esto calificaría como una recesión. En Estados Unidos, las cosas suceden de otro modo y no será declarada oficialmente una recesión hasta que el mercado laboral registre tasas mucho más altas de desempleo. Ahora es 3.6%, podemos comparar este número con el 10% que hubo en 2009 y con el 13.3% que se registró en 2020, con la primera ola del covid.

Las palabras cuentan. Los republicanos acusan al presidente Joe Biden de querer ocultar la seriedad del problema con una estrategia de rebranding. En un año electoral, el estado de salud de la economía es clave para determinar quién ganará. Los republicanos no dejarán de usar el término recesión, sin importar lo que diga el Comité Técnico que está a cargo de decretar oficialmente la existencia de una recesión. Los funcionarios del Gobierno cercanos al presidente Joe Biden harán su esfuerzo para evitar esa palabra maldita. El problema para el partido Demócrata es que las elecciones son en noviembre. Nadie cree que, para entonces, los problemas económicos se hallan resuelto. 

It´s the economy, stupid. La frase fue acuñada por el estratega electoral James Carville en 1992. La usó Bill Clinton en la campaña que derrotó a George Bush padre. Estados Unidos enfrenta la mayor inflación desde 1981 y una fuerte caída en los mercados de valores, de esas que no se ven sino en años de crisis. Los precios de las gasolinas y los alimentos están en primer lugar en las preocupaciones de los consumidores, pero la merma del valor de sus inversiones no está muy abajo en la lista de sus apuros. Es una inflación que no conocían los millennials y que los baby boomers habían olvidado. Para combatirla, la Reserva Federal ha decretado dos alzas de tasas de interés de 0.75 por ciento.

Estos incrementos buscan enfriar la economía y surtirán efecto, según los expertos, en un periodo mínimo de nueve meses. Enfriarán el consumo y algunos mercados, como el inmobiliario. La duda cabe, si los efectos de las alzas de tasas todavía no se han dejado sentir plenamente, entonces ¿a qué se deben los dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo?

Los números de 2022 se ven mal, entre otras cosas, porque tienen como base de comparación estadística el PIB de 2021. El año pasado, Estados Unidos creció 5.7%, luego de haber decrecido 2.2% en 2020. En el primer trimestre, se dejó sentir el fuerte crecimiento de las importaciones. Entre abril y junio, las primeras lecturas de los expertos llaman la atención sobre el sentimiento negativo que se ha apoderado de los consumidores y los tomadores de decisiones en las empresas. Esto se nota en las cifras de ventas de Walmart, también en los mensajes del billonario Mark Zuckerberg. El principal accionista de Meta, antes llamada Facebook, ha anunciado recortes de personal y una reducción en su ritmo de inversiones. El peor escenario para la economía estadounidense no ha llegado, está por venir.

Es un año atípico. Más allá del covid y Ucrania, la economía estadounidense resiente fenómenos inéditos como la llamada Gran Renuncia. Millones de estadounidenses dejaron sus puestos de trabajo durante la pandemia y encontraron la forma de vivir, aprovechando los generosos apoyos económicos que entregaba el gobierno. No han regresado. Los economistas se rascan la cabeza, mientras buscan la forma de acomodar este fenómeno en las estadísticas. No están trabajando, pero no cuentan como desempleados, ¿cuántas décimas de la tasa de desempleo representan? Su capacidad laboral se echa en falta y provoca disrupciones en algunos sectores que no consiguen todos los trabajadores que necesitan. ¿Cuántas décimas de puntos del PIB están ahí?

Es la economía de Estados Unidos, pero también las de Europa y China. Los europeos caerán en recesión muy pronto, a menos que ocurra un milagro, por ejemplo que el espíritu de Gandhi ocupe el cuerpo de Vladimir Putin. En el caso de China, hablamos mucho de los encierros por el Covid-19, pero los focos rojos llevan meses prendidos en el tablero del sector inmobiliario. Tendrán crecimiento positivo, pero estará en la zona del 4%, insuficiente para las necesidades de un gigante que tiene una población de 1,450 millones de personas.

Y, ¿México? Más pronto que tarde tendremos que lidiar con los problemas derivados del malestar de las mayores economías del mundo. El crecimiento del Producto Interno Bruto es magro y podría moverse al terreno negativo en cualquier momento. Ese es el precio de ser una economía abierta y estar tan vinculados a Estados Unidos. Nos queda la estabilidad, que ha caracterizado la economía mexicana desde tiempos de Zedillo. Eso nos queda, mientras que no hagamos una locura o el mundo se acabe de descomponer.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

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