Las ideas de libertad, igualdad y fraternidad surgidas de la Revolución Francesa inundaron en el siglo XIX los círculos intelectuales y políticos de México. Ser liberal era entonces un signo de rebeldía contra la tradicional opresión plateada por las monarquías. Desde entonces, el liberalismo es una línea de pensamiento mundial, es una filosofía que carece de elementos nacionales porque es esencialmente una plataforma para pensar globalmente la libertad. Lo que hay son interpretaciones de estas ideas en cada parte del mundo y programas políticos inspirados en ellas. Estas interpretaciones son esencialmente críticas con la realidad y portadoras de propuestas vanguardistas en lo social a partir del respeto al individuo como ente valioso y razón de ser de los esfuerzos de los Estados. La democracia constitucional es la hija predica del liberalismo y la horma más acabada de convivencia organizada con respeto a las libertades.Pero tampoco es una panacea: en una entrevista realizada en 1998, Octavio Paz afirmaba que “el liberalismo del siglo XIX fue una triple negación: negación del pasado indígena, negación del pasado español y negación del catolicismo. La síntesis precaria e injusta de la Constitución liberal de 1857 no podía, por sí sola, suscitar el nacimiento de un nuevo orden, una nueva sociedad y una civilización. El proyecto liberal demolió muchas instituciones del pasado, casi siempre con razón. Inauguró la separación entre la Iglesia y el Estado, suprimió muchos privilegios y quiso establecer la igualdad política de los hombres. Eso es admirable, pero México había tenido antes una revolución bastante más profunda que la del liberalismo…la conquista” (https://enriquekrauze.com.mx/octavio-paz-de-la-revolucion-a-la-critica/). Efectivamente, el liberalismo expresado en la Constitución de 1857 produjo un empuje modernizador que nunca fue suficiente para llevar a la democracia liberal en el sentido más amplio, y con el paso de los años y la misma revolución que dio pie a la Constitución de 1917, se construyó un orden nominalmente liberal pero insuficientemente democrático para llevar a nuestro país al ritmo de los cambios mundiales.Y aquella tradición liberal dio pie a la transición democrática que nos ha permitido avanzar en las últimas décadas en la ruta para consolidar el estado social y democrático de derecho en el que estamos de acuerdo la inmensa mayoría de los habitantes de este país.Viene al caso ahora la reflexión porque vivimos ahora en medio de enormes transformaciones globales que están cambiando la forma de vivir, pensar y actuar de miles de millones de personas de forma simultánea. Con la tecnología como punta de lanza se homogeneizan no solamente los patrones de comportamiento en el consumo económico, sino en las prácticas políticas, comunitarias y aun familiares.La opresión anunciada por Orwell se materializa dando forma a nuevas amenazas contra la libertad que traspasan los límites que representan las fronteras, los idiomas y las barreras culturales. En ese contexto en el mundo se levantan voces liberales advirtiendo los peligros y plantando mecanismos legales para defender el espacio esencial del desenvolvimiento de la persona. Estas voces son incómodas para los autócratas empeñados en fortalecer el poder militar y económico para desafiar la hegemonía de Occidente. También producen escozor en las democracias dado su talante progresista que pone de manifiesto el valor de la tolerancia y la diversidad como valores esenciales para la democracia.Como sucedió en el siglo XVIII y XIX en Europa, cuando se requería valor para sostener las ideas liberales, hoy con el sentido profundamente público de nuestras acciones publicadas en línea, resulta necesaria la valentía para expresarse como liberal.Como lo afirma la joven Celeste Marcus, (https://libertiesjournal.com/online-articles/our-liberalism/) el liberalismo es una filosofía que exige que los humanos sean tratados con dignidad, y por eso la condición de liberal exige el coraje de levantar la voz ante la indecencia que significa la injusticia donde quiera que suceda llámese Israel, Gaza, Ucrania o Tlajomulco.Los cambios globales que abren la oportunidad para que México avance hacia esa puesta al día en cuanto a la vigencia de los derechos que supone la reducción de privilegios y la desigualdad ancestral, nos exigen levantar la voz para defender la dignidad con libertad que nos incluya a todos.luisernestosalomon@gmail.com