Durante el debate de candidatos a la gubernatura de Coahuila el domingo, la moderadora Sandra Romandía preguntó al morenista Armando Guadiana si replicaría a nivel estatal la decisión de AMLO de dejar inoperante el Inai. El senador de Morena respaldó las “razones” del Presidente para desactivar al Instituto Nacional de Transparencia. Y dijo que en el respectivo instituto coahuilense pondría a personas honorables. Idéntico que López Obrador: las instituciones de antes son impuras. Guadiana ejemplifica algo que no terminará, en forma alguna, con el fin del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Gane o pierda Guadiana en junio la gubernatura de su Estado, la realidad es que sería uno más de la veintena de gobernadores que nunca se atreverían a contradecir al Presidente, y bastantes de ellos estarán en el poder más allá del 2024. Así que si este Presidente de la República dice que lo que toca es cancelar el Inai, mudas y mudos, o incluso aplaudiendo, las y los mandatarios estatales de Morena respaldarán al Ejecutivo. Y lo mismo con la liquidación de la Financiera Rural, y de Notimex y, aunque hasta ahora se ha conjurado esa posibilidad, lo mismo con el socavamiento del Tribunal Electoral, entre otros. De ganar en 2024 alguna de sus corcholatas, la elección presidencial no será el inicio de la corrección, ni siquiera el de la revisión de lo que hizo o dejó de hacer el Presidente López Obrador. La sombra de éste pesará sobre su sucesor como ninguna otra en muchos sexenios. Y él no será enviado de embajador ni a España y menos a Nueva Zelanda. Además, el Presidente heredará una camada -grande o mediana, mas no irrelevante- de colaboradores a su sucesor que son más bien deficientes en términos técnicos. Cuadros políticos o ideológicos que difícilmente volverán al partido o a sus trabajos previos, y que hasta por conveniencia propia (no soltar el cargo) obstaculizarán cualquier “regresión”. Esos gobernadores y funcionarios constituirán la resistencia interna y ejercerán de valedores de la doctrina que ya ha anunciado el Presidente: dejará una lista de pendientes, de tareas que los precandidatos asumirán incluso antes de la campaña (hay quien dice que hará a las corcholatas firmar esos compromisos).Hay voces que advierten que es equivocado subestimar el poder de “la aguilita”, que una vez que una persona se sienta en la silla presidencial puede cambiar todo. Pero Morena no es un partido sino un movimiento, y este sexenio es distinto: no marca un ciclo en sí mismo, es parte de algo que pretende abiertamente rebasar los límites del tiempo constitucional de una presidencia, del poder (o, si gustan, influencia) de una persona. O se defiende al Inai en este momento, y se le pasa el máximo costo posible a legisladores de Morena que podrían ser susceptibles a ser tachados de inconsistencia -los ebrardistas, por ejemplo- para tratar de encarecerles su veto al instituto de la transparencia, o salvo que gane la oposición ya no habrá Inai en muchos años.Y algo parecido hay que decir con la Financiera Rural o con Notimex. Esos organismos importan a bastante gente que puede replicar el mensaje de que es una pésima idea desaparecerlos: los productores agrícolas y muchos periodistas. AMLO está listo para esas batallas. La oposición no ha enviado la señal de entender que son temas, los tres, que podrían suscitar respaldo en la opinión pública. Si el Presidente se sale con la suya y encima sin costos, con el pretexto de buscar “gente honorable” nos quedaremos sin instituciones.