Se va Uribe. El alcalde de Tlajomulco, el mismo que hace unas semanas había anunciado que no buscaría la reelección porque Enrique Alfaro lo había invitado como coordinador de campaña, ha decidido abandonar el barco naranja y buscar suerte en otro lado. ¿Se está desgajando la naranja en Jalisco?Los enemigos tenderán a decir que esto es “el comenzose del acabose” (Mafalda dixit) de Movimiento Naranja, y los emecistas tratarán de convencernos de que no pasa nada. Ninguna de las dos cosas, por supuesto, refleja la realidad.Alberto Uribe era sin duda un activo importante para MC en Jalisco, pero entraba y salía del grupo compacto de Enrique Alfaro porque no reconocía, ni terminaba de gustarle, el liderazgo de Enrique. Él quería, con razón o sin ella, es lo de menos, que Alfaro lo reconociera como igual. Me lo dijo a mí y supongo que a muchas personas más: Enrique y él, decía, son parte de una misma generación, con igualdad de méritos y capacidades. Alberto Uribe marcó su raya desde el día mismo de la elección en 2015: mientras todos los alcaldes metropolitanos celebraron en la Minerva sus triunfos, al lado del líder, él lo hizo solo en Tlajomulco; mientras todos reconocían que habían llegado por la ola alfarista, él marcaba que su triunfo era mérito suyo y de nadie más.Decir que no pasa nada es negar el problema: Uribe les va a dividir fuertemente el voto en Tlajomulco (no necesita estar en la boleta, basta con que apoye el candidato opositor) y hará ruido en algunos sectores del alfarismo. Pero de ahí a que este afecte fuertemente la elección hay un abismo. Lo habría si detrás de Uribe le siguiere una desbandada, pero eso no está en el horizonte.El problema de fondo es más personal que político. Hace unos meses, después de haber entrevistado con diferencia de días a los dos comenté con algunos miembros de MC que en caso de ganar la elección tendrían que ampliar Palacio de Gobierno, pues ese par de egos tan grandes no cabrían en el mismo espacio. La diferencia estriba en que Alfaro sí lidera un movimiento y Uribe no. El ego de Alfaro, que por momentos lo ciega, es lo que aglutina el partido y la esperanza de triunfo; el de Uribe, hoy por hoy es solo promesa, y hoy no es un factor político importante, lo cual no quiere decir que en el futuro no pueda serlo.El rompimiento sucedió antes de lo esperado, pero estaba más cantado que el Himno Nacional.