Sábado, 23 de Noviembre 2024

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Scarlett

Por: Gabriela Aguilar

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En este país la impunidad tiene muchos rostros, pero cuando se trata de evidenciar la falta de garantías para la integridad de las mujeres tiene uno particularmente cínico. Hace unos días leía que la ex jugadora del equipo femenil del América, Scarlett Camberos, decidió dejar al equipo mexicano y migrar al club estadounidense Angel City FC, ya que las autoridades no respondieron con sanciones contundentes al señalar el ciberacoso que sufría. Lamentable. 

Días más tarde se dio a conocer que Selene Cortés, la jugadora del equipo Pachuca, sufría la misma situación a través de mensajes explícitos sobre intenciones de abuso sexual en sus redes sociales que provenían de un usuario anónimo, fue entonces cuando me di cuenta que la situación es más grave de lo que pensamos y eso sólo en una escala pública, con jugadoras de primera división.

¿Qué sucede con todas aquellas que no son figuras públicas ni tienen los reflectores sobre ellas, pero viven el mismo infierno? No imagino que un padre o madre de familia pueda dormir tranquilo sabiendo que hay alguien allá afuera que en cualquier momento puede agredir física o sexualmente a una joven; menos aún permitir que un impresentable así esté libre luego de manifestar sus intenciones. 

¿En qué país vivimos que luego de que un sujeto declara en redes sociales su deseo de agredir sexualmente a una mujer, el responsable sólo reciba 36 horas de arresto domiciliario como llamada de atención? Absurdo. Eso sucedió en el caso de Scarlett. No hubo autoridad que garantizara la integridad de la jugadora. Se dejó libre al acosador para encontrar a su siguiente víctima. ¿Qué sucederá si esa chica no tiene los recursos para salir del país también? ¿Y si el depredador cumple su propósito? 

Como ese caso miles. Por ello la percepción de seguridad de las mujeres es mínima, por eso, lamentablemente, 9.7 millones de mujeres en este país hemos sido víctimas de ciberacoso, cada una a su manera, pero todas las que hemos pasado por ahí sabemos lo que es superar esa violenta ola de odio, porque no se le puede llamar de otra manera al estímulo que permite que una persona agreda a otra, ya sea físicamente o a través de la red. De entre las modalidades de acoso como del que fueron víctimas las jugadoras mexicanas, de acuerdo al Inegi, el 32.3% de las víctimas recibió insinuaciones sexuales; el 32.1% recibió contenido sexual y el 20% recibió llamadas ofensivas. 

La jugadora del Pachuca se atrevió a denunciar y exhibir el acoso a todo color en sus redes sociales, luego todos los medios de comunicación hicieron eco. Lamentablemente, hasta ahora no hubo una respuesta para sancionar al responsable, pero a través de un comunicado evidenció en su cuenta oficial de Twitter lo que tanto lamentamos en este país con el siguiente mensaje: “Cosas que para algunas personas son ‘normales’ porque somos figuras públicas. No son normales, no esperemos que esto se vuelva ‘normal’ o esperemos que pase algo para atrevernos a actuar”.

Esta problemática tan sensible en México no es ajena al resto de los países; sin embargo, si se dejan de ignorar los vacíos legales al respecto y se toman acciones la percepción de seguridad de las mujeres será distinta, se dará un giro a la impresión de indolencia de parte de las autoridades y dejaremos de normalizar la violencia que lamentablemente está cobijada por la impunidad.

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