Martes, 26 de Noviembre 2024

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Sayuri Sánchez

Por: Maya Navarro de Lemus

Sayuri Sánchez

Sayuri Sánchez

Nací en Guadalajara en el año de 1993 y en realidad, me considero lectora tardía. Dicho hábito lo adquirí a los dieciséis por accidente; un día me sacaron del salón de la preparatoria (era muy inquieta) y decidí entrar a otro salón donde impartían un taller de escritura creativa. Allí empezó mi suerte y creo que también mi resistencia. A partir de esto, he considerado a la literatura como un medio de socialización y también un medio para la constante reparación de la comunicación (entre más creces más te das cuenta que esta capacidad es muy vulnerable y hay que atenderla siempre).

De manera fortuita, estudié Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara (lo decidí un mes antes de realizar los trámites para una carrera). A través de Letras, participé en los primeros  proyectos relacionados con la promoción de la lectura en la “Revista Hímen” y “Por favor, lea poesía”, un movimiento que me permitió crecer no solo como creadora, sino también como gestora y del cual finalmente aprendí la importancia de relacionar y llevar los contenidos poéticos más allá de la página en blanco, llegar a… un tren o estaciones de bicicleta, por ejemplo, a través de “Vía literaria y Cicloverso”, proyecto que nos permitió compartir poemas de pequeño formato en los interiores del Tren Ligero y en las estaciones de MiBici Pública.

Después de convivir poéticamente con el exterior y a través de la constante promoción de los talleres de lectura y creación literaria a través del proyecto “Luvina Joven”, encabezado por Sofía Rodríguez y a través de la revista literaria “Luvina”, empecé a laborar en el Área de Educación del MUSA Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara en 2016.

A partir de dicha convivencia con el cubo blanco en horario de oficina, considero que mis posibilidades poéticas se expandieron de manera inconmensurable, además, mi visión sobre la creación como un elemento social y de unificación cada día es reforzada y puesta a prueba. Dentro del área de educación del museo, por ejemplo, siempre es importante atender todas las expresiones artísticas y formar un punto de encuentro para ellas a partir de las exhibiciones.

La vida en un museo, literalmente se vuelve vital, la relación entre la obra y el espectador involucra una posibilidad de cambio personal y después, colectivo, un ritual donde finalmente recordamos la importancia del sentir a través del discurso del otro (y también de cuestionar). Creo que la poesía, como un oficio, también puede funcionar a través de esta visión. En mi caso, la he emparentado mucho con mis intereses sobre performance tanto al momento de presentarme en lecturas como en la misma escritura. Mi primer poemario formal, titulado “Bas Jan Ader y otros intentos” con el cual fui acreedora al Premio Estatal de Literatura Hugo Gutiérrez Vega, está dedicado a esta relación y también a poner en tela de juicio los soportes del arte contemporáneo, con la misma historia del “performer” holandés Bas Jan Ader o las referencias a materiales comunes en artistas contemporáneos como Joseph Beuys, quien usaba fieltro en sus piezas:

Hablemos de las propiedades del abrazo.
No podemos sujetarnos mucho tiempo,
hemos anulado la diferencia entre
exponer y cubrir.
Conseguí fieltro para ver
si de este textil
emergía algo más humano.
Me he tirado en un callejón
envuelto en la tela
para anular más rápido la piel.
Todo lo que ofrezco son fluidos,
mi proceso de descomposición,
la esperanza de que una liebre muerta
nos escuche.

Otra muestra:

Refugio
Me he quedado a esperar
en la métrica de las escamas.
No habrá piel más honesta
que las de grietas tornasol
no hay manera de restaurar
la pluralidad de colores
el charco de aceite en el piso
que un niño se empeña en destruir
y la mano de los padres
lo sostienen
para evitarle un daño
ignorar que,
al igual que un pétalo fuera de órbita
los peces muertos existen

Otros premios y reconocimientos a los que he sido acreedora son el “Premio Luvina Joven” (2014) y 2do lugar en el Torneo Arreola Velarde (2017) organizado por “Letras Para volar”, proyecto de promoción de la lectura de la Universidad de Guadalajara.

Colaboración de la escritora, Iliana Hernández.

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