Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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Sale con la suya y se queda con lo nuestro

Por: Augusto Chacón

Sale con la suya y se queda con lo nuestro

Sale con la suya y se queda con lo nuestro

Podríamos parafrasear el conocido chiste: oigan, ¿qué andan diciendo que este es el país del proceso electoral permanente? ¡No! Lo que decimos es nomás que como que se siente… Y así, la reforma electoral, mejor conocida como “Plan B”, que genera movilizaciones en protesta, nada más natural que se trate de lo electoral; pero también el gobierno de la República entero, frente al incesante fenómeno de la democracia electoral mexicana, y así los gobiernos de los estados y los de los municipios y cómo no: junto con el Legislativo y el Judicial, todos de frente, de perfil, de espalda y de costado a las elecciones de 2024, históricas, las más grandes, etcétera. Sí, como que se siente que nuestro mero mole como sociedad, si atendemos a las prioridades que marca la clase política, son las elecciones y todo lo que atañe a ellas: del presupuesto a las leyes, de las componendas de toda índole a la vertiente de la democracia que hemos preferido, de los servicios públicos a los beneficios monetarios para las poblaciones vulnerables.

Lo malo es que el mismo “Plan B” desmiente lo anterior: si en verdad nos hemos especializado en el tema electoral y sus afluentes, no sería necesario desmontar radicalmente el sistema ya conocido, que sí funciona, lo que ha creado una crisis institucional, y por eso social y política, una más. El conjunto de modificaciones ya vigentes, que nos tienen con el Jesús (Reyes Heroles) en la boca, además de las movilizaciones, ha provocado foros (el viernes anterior, en Guadalajara, Coparmex, el ITESO y el Instituto Electoral del Jalisco organizaron uno) para tratar de entender o, más bien, para poner en común lo evidente para muchos: la propuesta del presidente y su partido sólo se entienden desde la lógica de conservar el poder para sí mismos, a toda costa, de ahí que los foros y, asimismo, los ensayos, las opiniones, los reportajes, busquen alertar y mostrar que el tal “Plan B” nos pone ante el proceso electoral del 24 como a la entrada del túnel del tiempo: tal vez acabemos en los ochenta del siglo anterior, o en los setenta, o antes, según el encantamiento del que nos creíamos liberados porque supusimos que las artes para obrar el truco de que en la persecución del futuro siempre terminamos dando vuelta en U, eran patrimonio de los gobiernos del PRI.

El Congreso ya hizo su parte como cuerpo colegiado, aprobar el multicitado plan, sabemos que fue la mayoría de Morena y sus palafreneros los que cargan con la responsabilidad culposa. La Suprema Corte de la Nación recién ha sido llamada a escena. El Presidente no ha podido, no ha querido ocultar su desazón porque Norma Piña sea la ministra presidenta del Poder Judicial, entre otras razones porque quiere que las impugnaciones a su reforma electoral sean desechadas. Este mismo afán ha provocado que sostenga a la ministra Yasmín Esquivel, que se mantiene en el cargo porque el primer mandatario la necesita, no el país, no el pacto social representado por la Constitución, y así, la tiene prendida con alfileres que bien pudieron haber usado Plutarco Elías Calles, Gustavo Díaz Ordaz o Porfirio Díaz (mencionados sin orden cronológico porque están de moda los multiversos), alfileres denominados: cinismo, aquí-sólo-mis-chicharrones-truenan, ilegalidad.

Por lo pronto, restituir a Edmundo Jacobo en la Secretaría Ejecutiva del INE fue una buena señal de parte del Poder Judicial. En cambio, una pésima señal fue la celebración que en el INE se dio -desmedida, pendenciera- el día en que Jacobo regresó a su oficina. Podemos inferir que en el INE compraron la bronca como si fuera un duelo de pistoleros. No calcularon que era necesario mandar un mensaje en tono republicano: dimos un paso en el sentido correcto, y el término “dimos” corresponde a un plural en el que caben ciudadanas y ciudadanos, ciertos jueces, organizaciones civiles, empresariales, medios de comunicación, instituciones académicas, todas y todos dando la batalla de la que por supuesto Jacobo no es el centro. Ese festejo en el INE sugiere, al modo presidencial (los extremos se tocan): la política es nada más entre dos que no se quieren. ¿Qué hacemos? ¿Cargar ese despropósito al “Plan B”? O aventuramos una conclusión poco halagüeña: el “Plan B” es fruto de los modos estrictamente personalistas, en todos los bandos, de comprender lo común.

Aunque de peores nos hemos levantado, si es que no nos dejamos arrastrar al juego primario de limitar la política a elegir bandería, que ha sido el caldo de cultivo en el que el lopezobradorismo florece y prospera: unos fanáticamente con la parcialidad presidencial, otros fanáticamente con quienes estén en contra del anterior. Porque no estamos sólo ante un cambio legal que afecta a las elecciones de 2024, sino frente a las posibilidades de la libertad de cada cual y lo que con esa libertad pensemos y hagamos como individuos, mujeres y hombres, para edificar comunidades en las que el juego consista en decir, escuchar, crear consensos y tomar un rol activo a partir de esos consensos y las consecuentes modificaciones que el diálogo imponga, una vez que aquellos sean sometidos a la fragua de la realidad.

Para entrenar, podríamos preguntarnos: ¿cómo es que estando tan claro que el “Plan B” es regresivo y violatorio de la Constitución provoque semejante satisfacción en el presidente y sus huestes en el Congreso? No es una pregunta fatua, su respuesta seguramente delinea el sistema político mexicano y la parte de él en la que nos coloca. En cuanto a los jueces y a las y los ministros de la Corte, ¿nomás podemos aguardar a que den, ojalá, un buen partido? Y ya de paso: ¿males como los que hoy afligen al INE, que no le son exclusivos, fincados en una democracia espuria únicamente se gestan en la capital o tienen réplicas locales? O peor: provincianas.
 

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