Viernes, 29 de Noviembre 2024

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Sacrificio... ¿para qué?

Por: Guillermo Dellamary

Sacrificio... ¿para qué?

Sacrificio... ¿para qué?

Indomable la experiencia de querer hacer lo que nos pega en gana y salir a revolotear por la vida, como si nada sucediera. 

Ja, ja, ja, ¿confinamiento voluntario? Parece una prisión cotidiana. Estamos a merced del miedo, en una despiadada amenaza sanitaria que nos tiene en la incertidumbre y no sabes si puedes ser contagiado, o eres tú quien contagia. 

Se han despertado los espectros del pasado y nos tienen viviendo a puerta cerrada, como si un diminuto virus pudiera sitiar nuestra mente, sin que tengamos una digna salida. 

Varias semanas sin hacer nuestra vida normal y todo ¿para qué? Nos hemos librado de una muerte anunciada, por una experiencia no deseada. Ohhh, Ángel guardián, rescátanos de la mano del sacrificio, como lo hiciste con Abraham al intentar cumplir la obediencia de sacrificar a su hijo Isack. 

El sacrificio es una alabanza a los dioses, a la naturaleza, brindamos lo que más amamos, para recibir, oh de ti divinidad, el bálsamo de la tranquilidad y el triunfo sobre nuestros miedos. La naturaleza nos ha confiscado nuestra libertad y el florecimiento de nuestras actividades económicas. Que las bellas doncellas nos regalen su virtuosa sangre, como se hacía en primitivos rituales, para salvarnos todos del opúsculo de la tragedia, que ya ha mermado nuestra paciencia.

Déjanos de torturar con el cubrebocas y la distancia de nuestros seres queridos, de una caricia y del cariño, tan efectivo como necesario. 

Quiero que vean nuestras sonrisas de nuevo, que bailen los antros y bares, que los tumultos sean el merengue del pastel cotidiano. Este aislamiento perturba mis reuniones familiares y aleja a mis queridas amistades ¡Ohhh cruel sacrificio! He comprendido que no es lo mismo estar contigo, que sólo verte por medio de una pantalla y perderme en tu mirada y en tus gestos, pero cara a cara. 

Ya comprendí que el diablo no se ve ni se siente y que actúa como virus que nos aleja del cariño y la unidad y nos aparta de la paz y la tranquilidad. Ahora aprecio más respirar el aire puro del caminar despiadadamente por las calles y de subirme al camión sin temor a ser contagiado. Mis manos, cansadas de lavarse, ahora desean estrechar las tuyas, aunque tengas mugre y sudor de manos que trabajan. Canto al aire libre que amo parques, jardines, bosques y todos los espacios que antes cambiaba por encierros de plazas y edificios. La luz de la luna y los rayos del sol se han convertido en medicina para mi alma y a veces no tengo ni la terraza ni la azotea, para tener una pequeña rebanada de tus bellas caricias. 

Quiero convencerme de que el sacrificio ha válido la pena, de que todo este mundano esfuerzo dará sanos frutos muy pronto. Aprendí que dejar lo mío es para pensar en lo tuyo, y así en todos los demás. Creo que estaré dispuesto a un nuevo sacrificio, si tú también lo estás. 

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